La tarde parecía haberse detenido para Alex en ese instante. El corazón de Alex se detuvo en cuanto sus ojos se encontraron con los de Camila. Lo que había sido un refugio tranquilo se transformó en una prisión iluminada por su mirada, que lo desnudaba más que cualquier vestido que pudiera llevar. La tienda, que minutos antes había sido un refugio seguro donde podía ser él mismo, ahora parecía un escenario expuesto bajo un reflector. Camila estaba allí, con su mirada fija en él, y su voz resonaba en sus oídos.
—¿Alex...? —había dicho ella, y esa única palabra había puesto todo su mundo patas arriba.
Alex sintió cómo la sangre abandonaba su rostro. Sostenía el vestido de satén negro contra su pecho, como si de alguna manera pudiera protegerlo del juicio que tanto temía. Pero lo que más lo aterraba no era lo que ella pudiera pensar, sino lo que pudiera decir. Camila no era cualquier persona; era su Camila, la chica en la que había confiado, con la que había soñado y a la que temía perder.
—¿Alex...? —repitió ella, ahora más cerca.
Él apenas pudo levantar la vista. Sabía que no había forma de evadir la situación. Las palabras se atascaban en su garganta, y por un momento deseó que el suelo se lo tragara. Pero entonces, para su sorpresa, Camila no lo miró con reproche ni con burla. Camila no podía quitarse de la cabeza la imagen que acababa de ver: Alex, vulnerable pero genuino, como si por fin hubiera dejado caer una máscara que ni ella sabía que existía. Había muchas preguntas en su mente, pero sabía que debía ser cuidadosa al formularlas. En sus ojos había algo completamente diferente: curiosidad, tal vez, y una suave preocupación.
—¿Podemos hablar? —preguntó ella, señalando un par de sillas cercanas en el rincón de la tienda, donde podían sentarse lejos de las miradas curiosas.
Alex asintió nerviosamente con la cabeza, incapaz de decir nada. Camila lo condujo hacia las sillas, y él se sentó a su lado, con las manos apretadas sobre el vestido que aún sostenía. La tienda seguía llena de movimiento, pero para ellos dos, parecía haberse creado una burbuja aislada.
—¿Qué está pasando, Alex? —preguntó ella con suavidad, rompiendo el silencio.
Alex tragó saliva, buscando las palabras adecuadas. Había ensayado esta conversación cientos de veces en su cabeza, pero nunca había imaginado que ocurriría así, en una tienda, mientras sostenía un vestido. Su voz salió temblorosa al principio.
—Yo... esto es algo que siempre he llevado dentro, pero nunca he sabido cómo expresarlo. —Hizo una pausa, mirando el vestido que aún tenía en las manos. Luego, levantó la vista hacia Camila, buscando algún signo de rechazo en sus ojos—. Me gusta... me gusta vestirme así. Es parte de quién soy, aunque me dé miedo decirlo.
Camila esperó pacientemente, sin presionarlo. Su actitud calmada era inesperada, y de alguna manera hacía que Alex se sintiera un poco más seguro. Finalmente, tomó una profunda bocanada de aire y decidió hablar.
—Esto es algo que he mantenido en secreto durante mucho tiempo. —Hizo una pausa, luchando contra el nudo en su garganta—. Me gusta vestirme de esta manera... No sé cómo explicarlo, pero siempre he sentido que esto es parte de mí. Pero nunca lo había mostrado porque... tenía miedo.
Camila ladeó la cabeza, como si intentara procesar sus palabras. Pero no había juicio en su rostro, solo atención.
—¿Miedo de qué? —preguntó suavemente.
—De que me rechaces... De que pienses que soy raro o que esto cambia algo entre nosotros. —Alex apretó las manos contra el vestido, su voz temblando con cada palabra—. Nunca quise esconderlo de ti, pero... no sabía cómo decírtelo. No sabía si podrías aceptarlo.
Camila permaneció en silencio por un momento, dejando que sus palabras se asentaran en el aire. Finalmente, respiró hondo y tomó una de las manos de Alex entre las suyas.
—Alex... —empezó, con un tono lleno de sinceridad—. ¿De verdad pensaste que te rechazaría por esto?
Alex levantó la vista, sorprendido por la ternura en su voz. No podía evitar que sus ojos se llenaran de lágrimas.
—No sabía qué pensar... —murmuró—. Siempre pensé que si alguien descubría esto, me verían como alguien extraño, como si estuviera roto. No quería que tú pensaras eso de mí. No podía soportarlo.
Camila negó con la cabeza, apretando su mano con más fuerza.
—No hay nada defectuoso en ti. —Su voz era firme, pero llena de cariño—. Esto no cambia quién eres. Eres Alex, el chico con el que me encanta pasar el tiempo, el que me hace reír, el que siempre me escucha. Esto —dijo, señalando el vestido— es solo una parte de ti, y no tiene por qué ser algo malo.
Alex la miró, su corazón latiendo con fuerza. No podía creer lo que estaba escuchando. Había esperado muchas cosas, pero nunca una aceptación tan directa.
—¿No te molesta? —preguntó, casi en un susurro.
Camila sonrió suavemente.
—Claro que no. Lo único que me molesta es que no hayas confiado en mí para contármelo antes. Pero entiendo por qué no lo hiciste. Esto no debe de haber sido fácil para ti.
Alex sintió cómo una lágrima rodaba por su mejilla, pero esta vez no era de tristeza, sino de alivio. La sensación de liberación era abrumadora. Por primera vez, se sentía visto, aceptado por quien realmente era.
—Gracias... —murmuró, apretando su mano.
Camila sonrió y le pasó una mano por la mejilla para secar sus lágrimas.
—Siempre te voy a apoyar, Alex. Pero tienes que prometerme algo.
—¿Qué? —preguntó él, su voz todavía quebrada.
—Prométeme que no vas a seguir cargando con esto solo. Que no te vas a esconder más, al menos de mí.
Alex asintió, sintiendo cómo un peso enorme se levantaba de sus hombros. Mientras Alex asentía, sintió que algo nuevo nacía en su interior. No era solo alivio; era la primera chispa de valentía, una que no había sentido en años.
—Lo prometo —dijo, con más convicción de la que había sentido en mucho tiempo.
Camila lo abrazó, y por un momento, todo lo demás desapareció. La tienda, las miradas, el miedo... todo se desvaneció en ese instante de comprensión y cariño.
—¿Sabes? —dijo Camila después de un rato, separándose un poco de él—. Creo que ese vestido te quedaría increíble. Deberías probártelo.
Alex se rió entre lágrimas, un sonido que combinaba alivio y felicidad.
—Tal vez lo haga —dijo, sonriendo por primera vez en lo que parecía una eternidad.
Camila le devolvió la sonrisa, y juntos se levantaron de las sillas. La conversación que tanto había temido se había transformado en algo hermoso, en un momento de conexión que fortaleció su relación en lugar de romperla. Alex todavía tenía miedo, claro, pero ahora sabía que no estaba solo.
Mientras caminaban hacia la caja, Alex miró a Camila y sintió una gratitud infinita. Ella había demostrado ser mucho más de lo que él esperaba, y por primera vez en mucho tiempo, se permitió imaginar un futuro en el que pudiera ser completamente él mismo, sin temor ni vergüenza.
El día había comenzado como una búsqueda de libertad para Alex, y había terminado encontrando algo aún más valioso: aceptación y amor.
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A Tu Lado, Soy Yo
Fiksi Remaja"Alex siempre ha vivido atrapado entre el miedo y el deseo de ser auténtico. En una relación que avanza rápidamente con Camila, la chica que le roba el corazón, Alex lucha por ocultar una parte de sí mismo que aún no está listo para revelar. Pero la...