Capitulo 1

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La tarde estaba teñida de un suave tono anaranjado mientras Jessica y Marina cruzaban la plaza principal de la ciudad. Las dos, inseparables desde que tenían memoria, parecían dos mitades de una misma alma, aunque a simple vista no pudieran ser más distintas.

Jess era de esas personas que iluminan cualquier lugar con su presencia. Su cabello castaño, largo y ligeramente ondulado, reflejaba el sol como si estuviera hecho de hebras de miel. Tenía una sonrisa amplia, siempre lista, y unos ojos azules que parecían guardar secretos que nadie lograba descifrar. Su estilo era sencillo, pero encantador: jeans desgastados, camisetas de colores vivos y pulseras que tintineaban al compás de sus movimientos. Siempre hablaba con energía, como si cada palabra que saliera de su boca tuviera un propósito.

Marina, en cambio, era más reservada. Su cabello negro y liso le caía por la espalda como un velo de noche, y sus ojos marrones, grandes y expresivos, eran como ventanas a un mundo interior lleno de ideas y sueños. Prefería los vestidos cómodos y las botas desgastadas, siempre acompañados de un libro bajo el brazo. Aunque no hablaba tanto como Jessica, cuando lo hacía sus palabras eran como flechas: precisas y llenas de significado.

Esa tarde, como tantas otras, iban camino a su cafetería favorita. Era un pequeño local escondido entre callejones, con mesas de madera desgastada y paredes llenas de dibujos y frases escritas por los clientes. Allí, entre risas y confesiones, solían planear el futuro: Jessica soñaba con recorrer el mundo, mientras Marina quería escribir novelas que inspiraran a las personas.
Pero ese día todo cambió. En una de las mesas junto a la ventana estaban ellos.

El primero, sentado de manera relajada, era imposible de ignorar. De cabello castaño claro, ligeramente despeinado, y una barba incipiente que le daba un aire despreocupado, tenía algo que atraía todas las miradas sin esfuerzo. Vestía una camiseta blanca que resaltaba su piel bronceada y unos jeans oscuros que parecían hechos a su medida. Estaba absorto leyendo un libro, pero al notar que Jessica y Marina entraban, levantó la vista y sonrió. Fue una sonrisa simple, pero tan genuina que ambas sintieron una chispa extraña en el aire.

A su lado, el segundo chico tenía una energía completamente distinta. Su cabello negro y rizado parecía rebelarse contra cualquier intento de control, y sus ojos azules brillaban con una mezcla de curiosidad y picardía. Vestía una chaqueta de cuero desgastada sobre una camiseta gris, y tamborileaba los dedos contra la mesa al ritmo de una melodía que parecía solo existir en su cabeza. Cuando vio a las chicas, levantó una ceja y sonrió de lado, como si ya hubiera anticipado que esa tarde sería especial.

—Disculpen, ¿las he visto antes? —preguntó el primero con una voz profunda y calmada cuando pasaron cerca de su mesa. Su tono no era de coqueteo, sino de pura curiosidad.

Jessica, siempre la más extrovertida, fue la primera en responder.

—No lo creo. Aunque ahora que lo dices, ¿cómo es posible que no te hayamos visto antes? Este lugar es nuestro territorio —bromeó, cruzándose de brazos mientras sonreía.

Él soltó una carcajada ligera que llenó el espacio.

—Soy Fabián . Y él es mi primo, Pablo —añadió, señalando al chico de la chaqueta de cuero, quien levantó una mano en un saludo casual.

—Encantada. Yo soy Marina, y ella es Jessica —dijo Marina, señalando a su amiga. Algo en su tono era prudente, casi como si intentara medir la situación.

Esa primera conversación fue breve, pero el impacto de Fabián y Pablo en sus vidas ya estaba echando raíces. En los días siguientes, comenzaron a coincidir más a menudo, a veces por casualidad y otras porque los chicos parecían aparecer donde quiera que estuvieran. Fabián tenía una forma de hablar que te hacía sentir cómodo, como si siempre hubiera sido parte de tu vida, mientras que Pablo era un torbellino de comentarios ingeniosos y energía contagiosa.

Con cada encuentro, se volvió evidente que ambos chicos traían algo que Jessica y Marina habían anhelado sin saberlo: una chispa de aventura, de novedad, algo que sacudía su rutina y llenaba sus tardes de risas y confidencias.

Lo que ninguna de las dos sabía era que, con el tiempo, esas chispas también prenderían el fuego de una confusión que cambiaría todo entre ellas.

después es nunca Donde viven las historias. Descúbrelo ahora