La Maldición Del Dragón (RhaenyraxLaenaxOFC)

Boda

Los días previos a la boda habían transcurrido como un torbellino en Desembarco del Rey. Las calles, llenas de vida y color, parecían ajenas a la tensión que palpitaba dentro de los muros del castillo. Los estandartes Targaryen ondeaban orgullosos desde las almenas, y los jardines del Red Keep habían sido adornados con flores de tonos rojos y dorados, símbolos del linaje real. Sin embargo, esa fachada de alegría y celebración ocultaba el peso de las intrigas y los secretos que se tejían en cada rincón.

Helaena, la joven novia, pasaba sus días en silencio, rodeada de doncellas que la vestían y peinaban como si fuera una muñeca de porcelana. En la sala donde la preparaban para la ceremonia, el aire era sofocante, cargado con el aroma de las flores y los aceites que usaban en su piel. Las palabras de las doncellas eran un murmullo constante, ajenas al vacío que Helaena sentía en su interior.

"Princesa, hoy será un día glorioso," decía una de las mujeres, mientras ajustaba el corpiño del vestido. "Todo el reino hablará de tu belleza."

Helaena no respondió. Sus dedos jugueteaban con una pequeña araña de cristal que llevaba en la mano, un regalo de su hermana Rhaenyra. Observaba cómo la luz de la ventana se reflejaba en sus patas, creando un arco iris en miniatura. Sus pensamientos estaban lejos, más allá de las palabras de las mujeres que la rodeaban. Recordaba las profecías que había visto en sus sueños, imágenes de fuego y sombras que se entrelazaban, y dragones cuyos rugidos llenaban el cielo.

Desde el otro lado del castillo, Rhaenyra y Laena observaban los preparativos con molestia silenciosa. Rhaenyra había intentado hablar con su padre para intentar romper el compromiso o por lo menos retrasar la boda, pero este se habia negado diciendo que Helaena ya habia florecido y que estaba más que feliz de casarse con Aegón.

“Esto es una prisión disfrazada de celebración,” murmuró Rhaenyra mientras observaba los estandartes desde el balcón de su habitación. “No hay nada de alegría en esto.”

Laena se acercó, su mano rozando suavemente la de Rhaenyra. “Lo sabemos, pero no podemos mostrarlo. Cada mirada, cada gesto, será interpretado como una debilidad. Estamos aquí para Helaena. Si no nos acercamos a ella, nadie lo hará.”

Rhaenyra asintió, aunque su rostro seguía mostrando la tensión que sentía. “Aegon nunca será un esposo digno. Esto no es un matrimonio; es una condena.”

Laena apretó la mano de Rhaenyra con firmeza. “Lo se, pero no podemos hacer otra cosa más que estar con ella”

En las horas finales antes de la ceremonia, los Velaryon - Targaryen estaban reunidos en los jardines del castillo, alejados del bullicio de los preparativos. Jacaerys, con su postura orgullosa, intentaba mantener a Lucerys distraído, mientras Baela y Rhaena platicaban.

"¿Por qué ella tiene que casarse con él?" preguntó Lucerys, su tono lleno de curiosidad pero cargado de seriedad. "Aegon no parece quererla. Apenas la mira."

Baela cruzó los brazos, su expresión endurecida. “Porque en esa familia nada se trata de amor, y respeto Lucerys. Se trata de poder. Eso es todo lo que les importa a los Hightower.”

Jacaerys miró a su hermana con aprobación. "Pero eso no significa que estemos de acuerdo. Es por eso que estamos aquí, para mostrarle que no está sola, aunque intenten hacerla creer lo contrario.”

Cuando el sol comenzó a descender en el horizonte, las campanas del castillo resonaron, llamando a todos a reunirse para la ceremonia. Rhaenyra, Laena y sus hijos caminaron juntos hacia el salón principal, sus pasos firmes a pesar de las miradas que les seguían. Dentro, el salón del trono estaba decorado con un esplendor casi excesivo: columnas cubiertas de terciopelo rojo, candelabros que colgaban como joyas, y un sinfín de flores que llenaban el aire con su fragancia.