───── 𝗗 𝗜 𝗘 𝗖 𝗜 𝗡 𝗨 𝗘 𝗩 𝗘

59 4 2
                                        

—Es increíble —susurró Aidan, con la voz aún cargada de esa mezcla de asombro y ternura que solo aparece en momentos así

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Es increíble —susurró Aidan, con la voz aún cargada de esa mezcla de asombro y ternura que solo aparece en momentos así.

Emily levantó la mirada, entrecerrando los ojos con curiosidad. El silencio que siguió hizo que su mente empezara a divagar, buscando pistas en la expresión de Aidan. «¿A qué se refiere ahora?» pensó, mientras el calor de su cuerpo aún se mezclaba con el de él bajo las sábanas.

—¿Qué cosa? —preguntó finalmente, su voz apenas un murmullo, como si temiera romper el frágil momento que los envolvía.

Aidan sonrió, esa sonrisa perezosa y traviesa que Emily empezaba a reconocer como suya. Deslizó lentamente la yema de sus dedos por la línea de su mandíbula, subiendo hasta rozar su mejilla con una suavidad que le provocó un escalofrío.

—Verte desnuda —confesó, su tono sincero, sin una pizca de burla.

Emily soltó una carcajada breve. Se apartó un poco, apoyándose en un codo, y lo miró con una ceja levantada, la ironía chispeando en sus ojos.

—Tú y todo el internet —replicó al instante, con ese humor sarcástico que usaba como escudo.

Pero apenas las palabras salieron de su boca, sintió una punzada de incomodidad en el estómago. «¿Por qué siempre vuelvo a eso?»

Aidan frunció los labios en una mueca leve, como si esas palabras le hubieran pinchado la burbuja del momento. Soltó un suspiro corto, entre resignado y fastidiado, y sin decir nada más, deslizó su mano hasta la frente de Emily, cubriéndole los ojos con suavidad. Movió su cabeza de lado a lado, como si intentara borrar esos pensamientos de su mente.

—Deja de pensar en eso —murmuró, su voz más baja, casi una súplica disfrazada de regaño.

Emily permaneció inmóvil por un segundo, sintiendo la calidez de su palma sobre su piel. El peso de sus palabras la dejó pensativa. «¿Por qué me cuesta tanto soltarlo?» Pero luego, como si la ligereza de ese momento quisiera abrirse paso de nuevo, soltó una risa suave.

—Ya, está bien, ya entendí —dijo finalmente, tomando la mano de Aidan y entrelazando sus dedos con los suyos.

•••

El cuerpo de Aidan estaba en una paz absoluta, como si el mundo exterior se hubiera detenido solo para ellos. Sentía el calor suave de Emily bajo él, la respiración de ambos en un ritmo tranquilo a diferencia de la intensidad de la noche anterior. Los dedos de Emily jugaban distraídamente con su cabello, peinando los mechones oscuros con una delicadeza que lo hacía cerrar los ojos por momentos, disfrutando de la sensación.

La luz tenue de la mañana comenzaba a filtrarse por la ventana. Aidan entreabrió los ojos y, sin moverse demasiado, se permitió observarla. Su rostro estaba tan cerca que podía ver cada pequeño detalle que la hacía única. Sus ojos viajaron lentamente por la piel suave de Emily, deteniéndose en los diminutos lunares que adornaban su rostro: uno, apenas perceptible, descansaba justo debajo de su ojo izquierdo; otro, más cerca del borde de su labio.

Donde todo comenzó || A.G. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora