Capitulo 16

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BATALLA

20 febrero

El día ya había llegado. Las nubes del cielo eran tan oscuras que parecía de noche. La claridad del día era casi nula.

Ya era el día en que se desenvolvería la verdad, donde se disputaría el destino de miles de personas, el destino del Ébano.

Las tropas de ambos bandos se encontraban divididos por una gran extensión llana, que con el tiempo se había convertido en lo que era, el desierto de Apolline, esa llanura que significaba calor, fuerza, fuego. Las diferencia de ejercito eran visibles, la maldad siempre era la mas fuerte, y al parecer la más poderosa.

Todos esperaban un movimiento en falso, todos esperaban el grito de guerra.

Nadie se movía.

Los primeros en dar el movimiento fue Altaír, cansado de su espera monótona, dando gritos a sus generales.

La guerra había comenzado.

Cada guerrero entregaba su vida y alma por dar esperanza a su pueblo. Pero las vidas menguaban como las esperanzas de que la luz triunfara.

Athan luchaba con todas sus fuerza, con toda su magia.

Guiaba a cada guerrero a su mejor alternativa de ataque.

Pero se sentía perder cada vez que a un guerrero se le quitaba la vida de forma cruel.

Owen luchaba con ferocidad, su batallón era fuerte, pero no lo suficiente, a cada segundo alguien perdía su vida.

Y el sentía que sus esperanzas se iban con ellas.

Estaba cansado, su fuerza y agilidad menguaba.

Muriel ya no soportaba más, la magia era algo a lo que su cuerpo todavía no se acostumbraba, cada hechizo de protección que susurraba se llevaba sus fuerzas, ya casi no podía mantenerse en pie.

Urian y Syla no podían hacer nada. Ellos no podían participar de la guerra. Y eso los desesperaba.

Tenían que esperar el momento, un momento que parecía hacerse eterno.

«Ahora»

La voz de Sibley resonó en la cabeza de nuestros cinco jóvenes valientes.

La muralla que protegían Terentia desaparecieron.

Los jóvenes junto a la reina se juntaron en el medio de la batalla.

—Ha llegado el momento-hablo la reina-a partir de ahora depende de nosotros, depende de la magia, cada uno sabe lo que tenemos que hacer. Si alguno de nosotros perece, no será en vano, lo hemos intentado.

Los seis empezaron a despedirse para encontrarse con sus destinos.

Del otro lado de la batalla los tres reyes observaban la envergadura de la batalla.

Altaír y Dionne sonreían ampliamente, ya los tenían. Tenían ante ellos lo que siempre habían ansiado, el poder de Terentia, el reinado de Sibley a sus pies y una guerra por ganar.

La ambición que por años había estado en los sueños de los tres reyes era obtener el poder, el poder de la inmortalidad que la oscuridad le daba.

Pero detrás de la felicidad atípica que sentían se escondía un oscuro secreto que solo un rey sabia, o mejor dicho la reina.

Dionne era la encargada de recibir el poder que le quitarían a Urian. Luego ella reinaría bajo los deseos de Altaír y Arsen. O eso creían ellos.

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