El rugido del jet privado de Faye resuena suavemente en el aire mientras el avión se dirige hacia Bangkok. En la cabina, Yoko está inquieta, jugando con el borde de su vestido. A su lado, Faye, con un traje beige perfectamente ajustado, revisa unos documentos en su tableta, aunque su atención está más en la mujer a su lado que en lo que está leyendo.
─Deja de preocuparte, amor. ─Faye deja la tableta a un lado y toma la mano de Yoko entre las suyas─. Tu familia ya me conoce, ¿no?
Yoko suspira, girando los ojos hacia el techo del avión.
─Sí, pero en nuestra boda casi no hablaste con ellos. Estabas ocupada asegurándote de que todo fuera perfecto.
Faye sonríe ligeramente, un toque de orgullo en su expresión.
─Alguien tenía que hacerlo. No iba a permitir que nada saliera mal en tu gran día.
─Mi gran día fue nuestro gran día, Faye ─responde Yoko, apretando su mano suavemente─. Pero esta vez no se trata de una ceremonia. Se trata de pasar tiempo con mi familia. Y quiero que ellos te conozcan como yo te conozco.
Faye se queda en silencio, mirando los ojos sinceros de Yoko. Finalmente, asiente.
─Está bien. Esta vez, les mostraré más de mí. Prometido.
Cuando aterrizan en Bangkok, son recibidas por la brisa cálida y el ajetreo del aeropuerto privado. Un auto negro las espera para llevarlas al hogar de la familia de Yoko, ubicado en un tranquilo vecindario a las afueras de la ciudad.
El ambiente en la casa es acogedor, una mezcla de lo moderno y lo tradicional tailandés. Yoko apenas pone un pie en el jardín cuando su madre, Varee, la envuelve en un abrazo cálido.
─¡Mamá! ─exclama Yoko, devolviéndole el abrazo con una sonrisa radiante.
Faye se queda un poco más atrás, observando la escena con una sonrisa suave. No está acostumbrada a este tipo de reuniones familiares, pero algo en la calidez de la familia de Yoko la hace sentir curiosamente cómoda.
La señora Lertprasert finalmente se gira hacia Faye, con los ojos evaluadores pero amables.
─Faye. ─Le ofrece una pequeña inclinación de cabeza─. Gracias por traer a Yoko a casa.
—Es un placer. —Faye responde en tailandés, su tono respetuoso y fluido.
La madre de Yoko parece sorprendida por su acento impecable, pero no dice nada. En cambio, la invita a entrar a la casa con un gesto de la mano.
En la mesa del comedor, el ambiente es animado. Somchai, el padre de Yoko, no deja de hacer preguntas a Faye.
─Entonces, ¿qué haces cuando no estás viajando por el mundo con Yoko? ─pregunta con una sonrisa traviesa.
Faye, que está sirviendo más té para la señora Lertprasert, responde con calma:
─Administro mis negocios. Nada tan emocionante como viajar con Yoko, pero es lo que me mantiene ocupada.
─¿Y qué tipo de negocios? ─insiste Somchai, claramente intrigado por la poderosa presencia de Faye.
─Inversiones y bienes raíces, principalmente. ─Faye responde sin perder su compostura, desviando hábilmente la conversación hacia un tema más general─. Pero mi prioridad siempre es asegurarme de que Yoko tenga todo lo que necesita.
Yoko le lanza una mirada, mitad agradecida y mitad divertida, mientras su madre observa a Faye con renovado interés.
─Parece que cuidas muy bien de mi hija. ─Varee sonríe levemente─. Estoy agradecida por eso.
Faye asiente con un toque de solemnidad.
─Yoko es lo más importante para mí. No hay nada que no haría por ella.
Más tarde, mientras todos están ocupados limpiando después de la cena, la señora Lertprasert invita a Faye a sentarse con ella en el patio. Las luces suaves iluminan las plantas cuidadosamente cuidadas del jardín, y el aire está lleno de los sonidos nocturnos de Bangkok.
─Sabes, cuando te conocimos en la boda, no sabíamos qué pensar de ti. Te veías... inalcanzable. Como alguien que siempre tiene el control. ─La madre de Yoko la mira directamente, pero su tono no es acusatorio, sino curioso.
Faye cruza las piernas, adoptando una postura relajada.
─Es cierto que tiendo a mantener las cosas bajo control. Es parte de mi naturaleza. Pero con Yoko... ─Hace una pausa, mirando hacia la casa donde Yoko ríe con Somchai─. Con ella, puedo permitirme bajar la guardia.
Varee asiente lentamente, satisfecha con la respuesta.
─Eso es lo único que me importa. Que ambas se hagan felices.
Faye sonríe, un gesto más suave de lo que suele mostrar, y se inclina ligeramente hacia adelante.
─Puede estar segura de que siempre lo haré.
Más tarde esa noche, cuando finalmente están solas en la habitación, Yoko se gira hacia Faye con una sonrisa cansada pero feliz.
─¿Qué tal sobreviviste a mi familia?
Faye, que está quitándose los pendientes frente al espejo, se gira para mirarla.
─Creo que me fue bastante bien. Aunque tengo que admitir que Somchai es más curioso de lo que esperaba.
─Lo hace porque le caíste bien. ─Yoko se sienta en la cama, observándola con una mirada suave─. Creo que todos están felices de que estés aquí.
Faye se acerca, inclinándose para besar suavemente la frente de Yoko.
─Yo también estoy feliz de estar aquí contigo.
Y mientras las luces de la ciudad brillan a lo lejos, ambas se acurrucan juntas, encontrando paz en la calidez de una familia que, poco a poco, se siente como suya.
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