El sonido de sartenes chocando entre sí resuena en la cocina, seguido de un fuerte ¡ouch! y un murmullo frustrado de Faye. Yoko, quien está de espaldas preparando unos ingredientes, se gira rápidamente con los ojos muy abiertos.
─¿Estás bien? ─pregunta preocupada, acercándose a su esposa.
Faye, con una expresión de ligera molestia, sostiene una espátula en una mano y un cuchillo en la otra, mirando con desconfianza los utensilios como si fueran los culpables de su torpeza.
─Estoy bien... pero ¿por qué alguien tendría tantas cosas en la cocina?
Yoko suelta una risita y le acaricia el brazo.
─Porque se usan para cocinar, amor.
─Sí, bueno, tú las usas para cocinar. Yo apenas sé cómo prender la estufa sin que esto termine en llamas.
Yoko niega con la cabeza con diversión y le da un leve empujón en la frente con un dedo.
─Por eso hoy yo te enseño a cocinar. Dijiste que querías hacer algo especial para la cena.
Faye suspira y deja el cuchillo sobre la mesa con cuidado.
─No pensé que sería tan complicado.
─No lo es si sigues mis instrucciones ─dice Yoko, tomándola de la mano y guiándola de nuevo hacia los ingredientes.
El plan es simple: una cena casera hecha por ambas. Bueno, más bien hecha por Yoko, con Faye ayudando... o intentándolo.
El primer problema llega con los vegetales.
─Solo tienes que cortarlos en trozos pequeños ─explica Yoko, demostrando con movimientos precisos.
Faye la imita... o al menos lo intenta. Su primer trozo de zanahoria termina en un corte torcido y demasiado grueso.
─Bueno, al menos es un avance ─bromea Yoko.
Faye la mira con los ojos entrecerrados.
─¿Te estás burlando de mí?
─No, claro que no ─dice Yoko con una sonrisa inocente─. Solo digo que quizás la cocina no sea tu talento oculto.
─No me rendiré tan fácil ─responde Faye, determinada.
Sin embargo, la situación solo empeora cuando llega el momento de freír la carne. En cuanto el aceite caliente empieza a chisporrotear, Faye da un paso atrás rápidamente, frunciendo el ceño.
─Esto es peligroso. ¿Cómo haces esto todos los días?
─Con cuidado ─responde Yoko con paciencia─. Vamos, intenta darle la vuelta a la carne.
Faye, con evidente cautela, toma unas pinzas y, con movimientos tensos, voltea la carne en la sartén. Una gota de aceite salta y ella suelta un leve quejido, dando otro paso atrás.
─Bien, suficiente por hoy ─dice con firmeza, dejando las pinzas en la mesa.
Yoko ríe con ternura y se acerca para abrazarla por la espalda.
─Lo hiciste bien.
─No, no lo hice ─responde Faye con un leve puchero─. Pero al menos lo intenté.
Yoko se pone de puntillas y besa su mejilla.
─Eso es lo que importa. Además, estuviste adorable todo el tiempo.
Faye suspira, pero no puede evitar sonreír.
─Solo porque eres tú, dejaré que me llames adorable.
─Y porque me amas.
Faye se gira y la abraza con fuerza, apoyando la barbilla sobre su cabeza.
─Sí, porque te amo.
Yoko sonríe contra su pecho y piensa que, aunque la cocina de Faye sea un desastre, este ha sido uno de los momentos más dulces que han compartido.
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