Cap. 3

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Me veía linda, es la primera vez que uso tal palabra para describirme a mí misma, lo cual ya era mucho decir. Jamás había usado maquillaje, pero los tonos que Yamileth había elegido me sentaban realmente bien.

- Te dije que lucías increíble – dijo con total satisfacción la rubia.

- Bueno, no es que me vea tan mal…

- ¡Vania! – Gritó tratando de mostrarse molesta – Cállate, te ves bien, fin de la discusión.

Al salir por la puerta principal de la casa, involuntariamente mis ojos observaron la casa de al lado, en la cual todos se encontraban en jardín, parecía que festejaban algo o era una simple parrillada de domingo, los adultos platicaban, reían tal vez por alguna anécdota graciosa que recordaban o algún mediocre chiste, por su parte los niños jugaban, gritaban, corrían sin importarles nada más que el momento, cuando volví la vista hacía los adultos, mi mirada se cruzó con la de Rosalinda, la esposa de Gabriel, esa era tal vez, la tercera o cuarta vez que la veía, era una mujer con unos ojos cafés  llenos  de arrogancia, de estatura mediana, delgada, con unos labios grandes y una cabellera negra hasta los hombros, dejó de observarme cuando sintió la presencia de su marido a un lado, él siguió la dirección a la que su mujer había estado viendo hace unos pocos segundos , a consecuencia de tal acto, su mirada se clavó en la mía,  por un momento aquellos ojos azules hicieron que algo dentro de mi pecho se moviera estrepitosamente haciéndome sonrojar, con una sonrisa tímida de mi parte, moví la mano en modo de saludo, él imitó el acto inclinando la cabeza.

Desvié la mirada, estaba ya a unos centímetros del vehículo rojo de Yamileth, abrí la puerta ocupando el asiento contiguo al conductor, el tapiz de éste era  de un colorido verde limón adornado con flores rosas. Tan típico de mi prima.

- Esa señora está celosa.

- ¿De qué hablas? – pregunté desconcertada.

- ¡Vania es que tú nunca te das cuenta de nada! Olvídalo. – respondió con un voz que denotaba pura desesperación. Preferí ignorarla, observando las calles a momentos vacías mientras conducía al dichoso pub.

Cuando llegamos la música estaba hasta el tope, un poco más y mis oídos estallarían, no entendía como las personas disfrutaban eso, a mí también me gustaba la música a un volumen alto, pero esto era una exageración, ni siquiera se entendía lo que la voz del cantante decía, si es que decía algo.

- ¿Quieres algo de beber? – gritó Yamileth en mi oído, para mi sorpresa pude escucharla, me limite a asentir sin decirle qué bebida quería, total, sabría que no me escucharía.

Busqué una mesa con la mirada, tarde poco en encontrar una vacía y cerca de la barra para que Yamileth pudiera encontrarme fácilmente, me dirigí hacía aquel sitio esquivando a algunas personas que bailaban como locas. Para mi alivio comprobé que en este lugar la música ya no sonaba tan alto.

Pasaron unos minutos cuando mi prima se sentó a mi lado.

- Su bebida señorita – extendió hacía mí un vaso con un liquido parecido a la cerveza… ¿Cerveza? ¿Me trajo cerveza?

- ¿Esto es cerveza?

- Tú que crees – respondió Yamileth poniendo lo ojos en blanco mientras daba un buen trago de su vaso el cual, contenía exactamente lo mismo que el mío.

Un poco de alcohol no haría daño, pensé.  Le di un gran trago a mi vaso, dejándolo a poco menos de la mitad para después terminármelo completo.

A medida que los vasos vacíos se amontonaban en la mesa me sentía más y más relajada. A mí lado se encontraba Yamileth en un estado parecido.

- Vania…

Él está casado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora