- Hola – saludó Gabriel sorprendiéndome de sobremanera, su actitud era una totalmente distinta a la de la mañana, estaba sonriente.
Fruncí el ceño, pero aun así le dedique una sonrisa respondiendo a su saludo.
- Hola, creí que no vendrías… - dije con sinceridad.
- ¿Y por qué creíste eso? – preguntó extrañado.
- Pues… - la verdad es que no lo sabía, él es el que debería contestar a esa pregunta, no yo.
Una presencia a mi lado me salvó de contestar, era Edgar. Me giré para verlo y su rostro detonaba total seriedad observando severamente a Gabriel. Luego volteé para ver de nuevo a mi profesor de guitarra y ahora también de literatura, me causó gracia ya que las expresiones eran exactamente las mismas a las del chico que tenía a un lado. Aunque no por eso hacía la situación menos extraña.
Podía sentir como la tensión se hacía presente de a poco, así que como ninguno de los dos parecía dispuesto a articular palabra alguna, pensé que lo mejor sería presentarlos.
- Edgar, él es Gabriel – comencé – me ensañará a tocar la guitarra – dije dubitativa sin saber cómo describirlo, ¿un profesor? ¿Un amigo? No tenía idea. – Y Gabriel, él es Edgar - ¿Y qué era él? ¿Un amigo? Pero si apenas lo conocía, aunque realmente me agradaba, decidí sólo dejarlo en “Edgar”.
Ambos parecían no haber escuchado una palabra de lo que había dicho, o eso creí hasta que Edgar comenzó a hablar.
- ¿Por qué no me dijiste que querías aprender a tocar guitarra? Yo puedo enseñarte, así Gabriel ¿Gabriel, cierto? Bueno da igual, así no perdería el tiempo, se ve que es una persona muy ocupada. – dijo tomando mi mano, haciéndome abrir los ojos como platos.
- Eh, yo… - no sabía que contestar, me había avergonzado la manera grosera en la que se había referido a Gabriel, no sabía si disculparme con uno y golpear al otro.
- No te preocupes – tomó Gabriel la palabra con la mirada fija en nuestras manos entrelazadas lo cual me hizo sentir la necesidad de soltarlo y así lo hice – yo no pierdo nada, y por ahora lo que me sobra es tiempo – respondió en el mismo tono de inocencia fingida con el que Edgar había hablado.
El silencio volvió a prolongarse por unos minutos cuando el teléfono empezó a sonar, me disculpe con ambos y entre a atender la llamada. Se trataba de mi madre diciéndome de nuevo que esta noche no vendría a dormir, algún imprevisto había sucedido en el hospital, empezaba a preocuparme por ella, ¿cuándo fue el último día que durmió más de cinco horas? Siempre se lo decía, pero aunque se le veía cansada, estaba feliz por hacer lo que más le gustaba, me despedí de ella no sin antes decirle que no se mal pasara, tenía que comer y estar fuerte si quería seguir salvando vidas.
Al salir sólo se encontraba Edgar, ¿A dónde rayos se fue Gabriel?
- ¿Y Gabriel? – le cuestioné al verlo solo.
- Dijo que tenía que irse, recordó que comería con su esposa o algo así – dijo como a quien no le interesa la cosa.
¿Se fue? ¿Pero qué no venía a darme las dichosas clases de guitarra? Claro, tenía que ir con su esposa y eso era mucho más importante que quedarse con una patética niña a enseñarle como mover los dedos sobre seis cuerdas, lo entendía. Pero ¿es qué ni siquiera se pudo despedir? Me sentía molesta y no estaba muy segura de si su falta de cortesía había sido la razón.
- ¿Pasa algo? – preguntó Edgar sacándome de mis pensamientos
- No, estoy bien ¿fue todo lo que te dijo? – pregunté tratando de averiguar un poco más.
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Él está casado.
RomanceVania es una chica que empieza a tener sentimientos por un hombre que ella considera fuera de su alcance, él está casado y eso la hace sentirse culpable, más por el hecho de que él tiene hijos, trata de evadirlo y olvidarle con Edgar, un chico que a...