Cap. 4 parte I

1.8K 40 1
                                    

Al entrar a la casa aún sentía las emociones a flor de piel, ¿pero qué fue todo eso? Conocí a un chico lindo con el que casi pierdo mi… bueno, y por otro lado me sentía mal, ¿Gabriel estaba molesto conmigo? ¿Pero por qué? Moví la cabeza tratando de liberarme de esos pensamientos, el cansancio no me dejaba pensar con claridad.

Recordé que Yamileth se había ido con el rubio de ojos chocolate, ¿cómo se llamaba? ¡Víctor! Sí, como sea, lo más seguro es que no regresaría hasta el día siguiente.

El día siguiente… recordé con cierto desprecio que era lunes, lo que significaba escuela. Mi prima tenía suerte, en la preparatoria donde solía estudiar, las vacaciones eran más largas, salía primero que yo y entraba mucho después.

Aunque sólo quedaba una semana, los exámenes gracias al cielo habían terminado, pensé tratando de ser optimista, una semana, sólo eso, sí se puede.

Subí las escaleras más lento que un caracol en silla de ruedas, me dirigí a mi habitación tumbándome en la cama cayendo en un sueño instantáneo.

*

El molesto despertador retumbo en mi cabeza como si de fuertes martillazos se tratasen.  Me apresuré a desactivar la alarma, abrí los ojos pero mis parpados pesaban horrores, parecían hechos de piedra; como pude me dirigí a la ducha comprobando que ni siquiera me había quitado el vestido negro o el maquillaje, después del baño me sentía más despierta y con las energías renovadas, me vestí y baje a la cocina. Nadie se encontraba ahí, salvo una nota destacando sobre la mesa de madera junto a lo que parecía un suculento desayuno.

“Me han llamado del hospital, cariño. He tenido que ir, el desayuno ya está preparado, que tengas buen día en la escuela.   No despiertes a tu prima, déjala que descanse, al parecer tuvo una larga  noche.                                            

                                                                                                                   – Tu madre, que te quiere.”

¿Yamileth ya había llegado? Busqué por toda la casa y la encontré en un sofá profundamente dormida, traía puesta la ropa de la noche anterior y el maquillaje corrido. Sonreí, me aleje del lugar yendo de nuevo a la cocina empezando a devorar lo que mi madre había preparado.

Tomé mi mochila y salí en dirección al colegio. El lugar no estaba lejos, unas  cuantas cuadras, muy cerca a decir verdad.

El aire fresco de la mañana acariciaba mi rostro haciéndome sentir libre de cierta forma, camine sin prisa observando los árboles, a ratos pensando en cualquier cosa, meditando sobre la noche anterior…

Absorta en mis pensamientos como estaba, no me di cuenta de que ya había llegado, me encontraba frente a la puerta del salón de clases, al entrar observé como unos platicaban, reían, otros con rostros llenos de preocupación copiaban de algún cuaderno la tarea que no habían realizado en casa, nada fuera de lo común.

- ¡Vania! – gritó Marisol, la que podría considerarse, mi mejor amiga.

- ¿Qué pasa? – pregunté al ver su rostro con semblante preocupado.

- ¿¡Por qué no me dijiste que teníamos tarea de física?! – Me relajé un poco, por un momento creí que había pasado una tragedia  - ¿La hiciste? – preguntó con los ojos muy abiertos, como si yo fuese una imagen sagrada y ella un creyente esperando un milagro.

- Sí…

- ¡Genial! ¿Podrías prestarme tu cuaderno? Por favor – pidió con ojos de perrito sufrido. Lo cual me causo gracia.

Él está casado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora