Cap. 11

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No sabía qué decir o qué hacer.  Todavía procesaba lo que Paula me había dicho. Se me antojó apetecible la idea de pedirle que me relatase nuevamente lo ocurrido, tal vez escuché mal o confundí las palabras… No, lo que me contó fue claro. Esto no era el juego de los teléfonos descompuestos.

Recapitulé los días anteriores, analizando mentalmente el comportamiento de Edgar, escrutando cada uno de mis recuerdos, tratando de encontrar una anomalía, algo raro que me indicase lo que pasaba, pero nada. O él era muy bueno ocultando cosas o yo era una despistada total.

¿Cómo no me había dado cuenta?

Moví la cabeza efusivamente tratando de centrarme en Paula. La observé fijamente, ella aún se cubría el rostro con las manos.

- ¿Por qué? – Murmuré. Dios, ¿En serio? “¿Por qué?”  ¿Era lo mejor que podía preguntar? Era obvio que la razón era que le gustaba, ya me lo había confesado. Qué tonta soy.

- No lo sé…

- Pero, ¿cuándo…? – Sí, seguía con mis preguntas estúpidas. Pero era lo único que se me ocurría en ese momento.

- No lo recuerdo… - Susurró sin mirarme.  – Estabas en el centro comercial con Yamileth, yo no las había acompañado, me dolía la cabeza. Edgar llegó y dijo que te esperaría en la sala. Yo… - se quedó callada, como si se debatiera internamente, eligiendo las palabras más adecuadas. – ya sentía algo por él y me ponía nerviosa el hecho de tenerlo cerca, así que pensé que lo mejor sería irme a mi habitación, pero tampoco quería dejarlo solo, sería muy descortés y…

- Querías estar con él. – Terminé su frase, adivinando lo que diría, ella asintió. Había acertado.

- Lo siento, Vania…

No la dejé seguir hablando; estaba cansada y quería pensar en soledad. Me levanté del sofá y me dirigí a mi habitación sin decir una sola palabra. Me importaba poco si mi forma de actuar había sido descortés. Mis ganas de seguir viéndola o entablar alguna conversación con ella desaparecieron en cuanto abrió la boca.

- En verdad, lo siento… - fue lo último que escuché antes de desaparecer por las escaleras.

Cambié mi ropa sustituyéndola por un pijama de Superman, me tumbé en la cama tratando de conciliar el sueño pero fue imposible. Paula era linda, tal vez a Edgar le había gustado, ella era rubia y yo… yo era más común y corriente que el aire que respirábamos. Escuché la puerta abrirse, sabía que era ella. Cerré los ojos simulando estar dormida; cuando dejé de escuchar ruido, los abrí y pude ver a través de la oscuridad su silueta acostada en la cama contigua a la mía de espaldas.

*

El sonido del despertador sonó  retumbando en mi cabeza, de mala gana me levanté y aún sonando lo cogí entre mis manos y lo arrojé por la ventana. Anoche no pude dormir nada, a lo sumo una hora o dos. Odiaba al mundo, odiaba al despertador, odiaba a Paula y no,  a Edgar no.  

Hablando de la rubia, me giré para ver si estaba ahí y la cama se encontraba vacía. Sentí un gran alivio, no quería verla.

Recordé que le había prometido ayudarla a escoger lo que usaría hoy, su primer día de clases. Me sentí mal, porque también le dije que la acompañaría y le presentaría a Marisol. También recordé que besó a mi novio y la culpa se esfumó.

Tomé una ducha rápida y me vestí con lo que ya tenía planeado. Algo cómodo. Mi camisa favorita de los Beatles con un pantalón roto y unos converse negros. Al diablo con lo femenino y los consejos de Yamileth. ¿De qué me sirvieron? Mi novio besó a la chica que vivía en mi casa. ¿O ella lo besó a él? Importaba poco, porque Paula no mencionó en ningún momento que él se hubiese negado.

Él está casado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora