Camine los escasos metros que separaban mi casa de la de al lado, pisaba las pequeñas grietas del pavimento recordando cosas triviales, al llegar atravesé el jardín y toqué el timbre.
- Hola.
- Hola, ¿se encuentra la señora Rosalinda? - Gabriel, el esposo de Susan fue el que abrió la puerta, no le pediría azúcar a él, según mis limitados conocimientos sobre los vecinos, Gabriel sólo era un invitado ahí, así que no. Aunque la verdad, parecía que vivía en esa casa.
- No, salió con mi esposa, ¿puedo ayudarte en algo?
- Uhm… no, muchas gracias, vuelvo después. - respondí con una sonrisa que él me devolvió. Me alejé del lugar entrando a mí casa.
-¿Y el azúcar? – inquirió mi madre al verme entrar por la puerta con las manos vacías.
- No tenía. Iré a hacer tarea. – recordé lo que el profesor de artes nos había pedido. Quería alguna obra en la que reflejáramos lo que somos, reflejar en una canción, un poema, una novela o pintura a nosotros mismos. Eso me resultaba difícil, yo no sé como soy, tal vez suene tonto, pero es la verdad. Muchas personas pueden decirte “Te conozco perfectamente”, pero mienten, ellos no pueden conocerte de esa manera, si ni tú mismo puedes. Como he dicho, difícil, sería un trabajo difícil.
- Está bien. Espera, acabo de hablar por teléfono con tu tía Patricia, me ha dicho que Yamileth está de vacaciones y quiere venir a visitarnos, a más tardar mañana estará aquí.
- Genial. – Yamileth es mi prima favorita, bueno, en realidad es mi única prima. Tiene un año más que yo y nos llevamos de maravilla, aunque somos muy distintas.
*
La luz del sol atravesó las delgadas cortinas que cubrían la ventana con marco de madera de mi habitación haciéndome despertar, nada mejor que despertar por la naturaleza que por un molesto aparato que lo único que te provoca es mal humor.
Tardé poco en levantarme, fui directo al cuarto de baño e hice la rutina matutina de regla, ¿para qué aburrirlos contándoles cómo me pelee por casi diez minutos con un nudo en mi cabello? Bajé y desayune. Mi madre se veía un tanto ansiosa.
- ¿Pasa algo? – me senté esperando respuesta, sea mi madre o cualquier otra persona, siempre me han provocado un poco de estrés las personas que corren de un lado a otro sin necesidad, nerviosas por todo, por cosas que no tienen tanta importancia, mi madre era una de ellas aunque pensándolo mejor, ella tiene cierta justificación, y no por ser mi madre, sino porque es doctora, y tal vez si ella fuera como yo, más de un paciente hubiera muerto esperándola.
- Me llamaron del hospital, ha ocurrido algo urgente. Tengo que irme, es sólo que es sábado y saqué al jardín las cosas de venta para el garaje, ¿las podrías guardar por mí? Ya que no podre estar a fuera atendiendo la venta. – El garaje del que mi madre hablaba se trataba uno que era una especie de tradición entre los vecinos, muchos participaban, mi madre no era la excepción.
- No te preocupes mamá, ¿te parece si mejor yo me quedo afuera? Digo, si ya te tomaste la molestia de sacarlo todo, ¿por qué volverlo a meter? De todas formas Yamileth está por llegar, le pediré que me acompañe.
- Está bien, cariño. Gracias – me dio un sonoro beso en la frente y salió por la puerta casi corriendo.
Justo en el momento en el que terminé mi desayuno, alguien llamó a la puerta.
Al abrirla, lo primero que sentí fue un fuerte abrazo, era Yamileth.
- ¡Vania! ¡Hola! Tanto tiempo, te extrañé tanto.

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Él está casado.
RomanceVania es una chica que empieza a tener sentimientos por un hombre que ella considera fuera de su alcance, él está casado y eso la hace sentirse culpable, más por el hecho de que él tiene hijos, trata de evadirlo y olvidarle con Edgar, un chico que a...