4 | bromas

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Desperté al darme cuenta que tenía los audífonos enredados en el cuello, seguramente unos minutos más y moría asfixiado, por suerte no.

Y gracias a mi estúpida idea de dormirme con los audífonos puestos y luego darme cuenta de mi cuello, pude levantarme si no también se me habría hecho tarde para ir a la escuela, y sería otra desgracia del día.

Y eso que solo iba comenzando este día, así de mala suerte tengo.

Me dirigí a la escuela después de tomar un desayuno express, si no jamás habría llegado puntual.

¿Qué tal es Sofía como maestra? – preguntó Gus al verme llegar, ni siquiera me saludo.

Es muy sabia – respondí.

¿Tienes las bromas verdad, Jos? – otra que no saludaba.

No lo planeé, pero descuida yo nunca planeo mis bromas – puse expresión engreída.

Pasaron varias clases y no me venía nada a la cabeza, por primera vez no se me ocurría algo, no podía fallarle a Sofía.

Aunque después de pensar tanto tiempo, se me ocurrió algo que le arruinaría el día a la profesora, iría contra su vanidad.

Pondría silicon en su silla, eso haría que se maltratara su "lindo" pantalón.

Salimos de la clase de física, iríamos al salón de artes, ya que esa era nuestra siguiente clase.

Tomé el silicón, no sin antes asegurarme de que no había nadie en el salón.

Lo coloqué por todo su asiento, solo esperaba que se sentara ahí antes de que se secara.

Corrí a mi asiento, ya que mis compañeros y Sofía estaban a punto de entrar al salón, no debían descubrirme.

Buenos días chicos – nos dijo la profesora cuando entró al salón y todos le contestamos pero no con el tono cantadito que acostumbran a hacer los de la primaria.

¿Qué tienes planeado? – me preguntó en voz baja Sofía.

Ya lo verás – sonreí.

Señorita Navarro, ¿quiere compartir algo con la clase? – dijo enojada la profesora a Sofía mientras colocaba su bolsa en su escritorio.

No – respondió con fastidio para la maestra, pero luego se refirió a mi: – ¿Ya ves como me odia? – dijo en voz baja.

¡Señorita Navarro! No vuelvo a llamarle la atención a la próxima se va de mi clase – le gritó a Sofía mientras se sentaba.

Ya se había sentado en mi trampa, ahora solo faltaba esperar el momento en el que decidiera levantarse de su asiento para que la magia sucediera.

Dígale lo mismo a los demás, profesora – le contestó enojada Sofía, al parecer se estaba rebelando.

Y es que realmente parecía que la odiaba, para empezar aún no comenzaba la clase y no tenía tanto derecho a callarla, y por otra parte toda la clase estaba hablando pero a la única que regañaba era a Sofía.

Yo sólo la veo a usted señorita – respondió la profesora con una ceja levantada, Sofía no le contestó pero se quedó viéndola a los ojos por unos segundos con cara seria y la ceja derecha levantada que casi no se notaba por sus enormes lentes.

Se veía que en cualquier momento explotaría contra ella, pero también vi que trataba de controlarse.

Profesora, no ha comenzado la clase, creo que tenemos derecho a hablar en voz baja – intenté defender a Sofía.

Señor Canela, aún así no hagan ruido - me contestó amablemente, no como anteriormente se había comportado con Sofía, definitivamente si la odiaba.

No olviden traerme su proyecto la próxima semana – nos dijo la profesora con una sonrisa fingida, se levantó de su asiento con dificultad y ahí se dio cuenta que había silicon.

¿Quién lo hizo? – nos preguntó furiosa

Salimos del salón después de que nadie confesará quien había sido, y en realidad nadie me había visto porque fui el primero en llegar, así que nadie podría delatarme.

Bien hecho, Canela – me dijo Sofía con una sonrisa.

Clases de amor. (Jos Canela) [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora