Su vida no sería como la de los humanos.
No tenía un gran sueño que perseguir, no tenía una motivación para cambiar su estilo de vida actual o ambiciones que lo llevaran a explorar las tierras más lejanas sobre el horizonte.
Era él y su tranquilo estilo de vida, junto al huerto y las plantas del jardín.
Mientras cortaba unas flores marchitas no pudo evitar pensar en la muerte, y con ello en su deseo de ser humano.
Si bien por mucho tiempo deseó ser uno, preguntándose cómo se sentiría estar hecho de huesos y sangre, rogando para que alguna entidad lo escuchara y cumpliera su deseo, ahora se alegraba de no serlo.
Convertirse en humano significaría parecerse aún más a Luzu, y eso era lo que menos estaba deseando.
Entre más alejado de su imagen se mantuviera sería mejor, para él mismo y para el resto.
El tema de la muerte rondaba mucho en su cabeza, más que anteriormente, y eso lo hizo pensar en qué cosas ocurrirían en un futuro. ¿Vería a Quackity morir? ¿A los amigos de este? ¿Seguiría funcionando cuando la muerte alcanzara a los niños?
Eran pensamientos desagradables que se quedaban pegados en su cabeza, imposible de alejarlos por mucho tiempo.
El conocer sobre Luzu y el resto de vidas perdidas cambió algo en él, verlo con sus propios ojos le hizo darse cuenta que esta puede ocurrir cuando menos lo espera, a quién menos lo espera. Y no, no se sentía listo para perder a alguien de los que conocía, muchos menos a Quackity.
Pero le frustraba el saber que no podía hacer nada por evitarlo, tarde o temprano terminaría ocurriéndoles a todos.
Era el ciclo de la vida.
Es por eso que cuando escuchó un fuerte grito proveniente del interior del castillo, soltó todo lo que tenía en sus manos y corrió hacia este, ingresando de golpe en dirección a la cocina. Dentro de esta, Quackity tenía sus manos bajo el agua en el lavaplatos, maldiciendo entre dientes mientras las limpiaba, temblando.
—¿Qué le ocurrió?— Preguntó, acercándose a él de inmediato.
—Me corté— El humano lo miró, con los ojos cristalizados —No vi bien cuánto, pero duele mucho.
—Déjeme revisar.
Arin tomó su mano lastimada y la sacó del agua, revisando muy bien el corte del cual comenzaba a salir sangre nuevamente. Con delicadeza movió el dedo un poco, y al obtener respuesta volvió a guiar su mano al agua.
—No es tan grave, iré a buscar el botiquín.
Quackity asintió, volviendo a ejercer presión en su herida mientras el androide abandonaba la cocina.
El botiquín había sido un regalo que Jaiden les entregó antes de que volvieran, con todo lo necesario para limpiar la herida en el brazo del humano en caso de que se infectara, y para futuras heridas también.
La relación entre ambos seguía extraña como era de esperarse, Quackity se acercaba con cautela a él como si no quisiera invadir su espacio personal, y tampoco le hablaba o lo buscaba tanto como antes. Arin lo acompañaba en ciertos momentos, se aseguraba de que estuviera durmiendo lo mejor posible y que todo en el castillo marchara de maravilla.
Y eso incluía velar por su estado físico y mental.
Porque nunca podría dejar de cuidar de él.
Volvió a la cocina y dejó el botiquín sobre la mesa, abriéndolo y buscando en él lo necesario para su herida, como un par de gasas estériles. Con ellas listas, se dirigió hacia el humano y tomó su mano, secando con delicadeza su herida antes de poner una gasa en ella.
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La estrella del creador [Arinckity]
FanfictionQuackity decide terminar el proyecto que su gemelo dejó, dándole vida e inicio a ese androide empolvado que estaba en el taller. -Fanfic de mi completa autoría, se prohíben copias y/o adaptaciones. -Shippeo cubitos no a los streamers. -Angst, conten...