Capítulo 5

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- Abby Devine, mucho gusto - le regalé la mejor de mis sonrisas, aunque no sé porque lo hice.

Nuestras manos seguían en un apretón. Dándome a mi una sensación un poco extraña y más por la forma en la que me sonreía, ¿dónde está tu amiga, cuando más la necesitas? Es cierto que había llegado un poco tarde pero siempre nos veíamos en el mismo lugar. Y da la casualidad que no está aquí.

- Abby - Emmy me llamó y pude verla por detrás de Stan - me tengo que ir lo siento mucho, pronto nos veremos y hablaremos sobre Tom.

Antes de que el chico, que tenía enfrente mío se diera la vuelta, Emmy me guiñó el ojo. ¡Qué mentirosa me salió! ¿Cómo se atreve a dejarme con un completo extraño? Que tal si es un secuestrador o un psicópata. Y más por la sensaciones que me provoca. Se da la vuelta y comienza a caminar
Stan sólo giró su cabeza y viéndola por el hombro asentió, lo peor que me podría pasar es que el quiera invitarme a salir.

- ¿Me regresas mi mano? - fanfarruñé malhumorada. Además se empezaba a dormir.

- Mas bien, eres tú la que no me la quiere dar - me dio un respingo en la nariz con su otra mano y, por fin me soltó.

- No, estoy segura de que te impresioné y creíste que no era de verdad. Querías asegurarte llevándote mi mano.

- Correcto, no suelo encontrarme con gente tan distraída y torpe pequeña - me guiñó el ojo.

Mi boca se abrió, me insultaba y me decía pequeña, no es que me moleste, sino es la forma en la que me lo dijo, como si él se estuviera burlando de mi, cómo si supiera lo que conlleva ese apodo. Que gran idiota.

- Gracias por tus halagos - hice una reverencia y me hice la gustosa - pero tengo que irme a casa, así que adiós.

Agité mi mano en señal de despedida y cuando pasé enfrente suyo me tomó del codo. Haciéndome que me sea imposible él que alcance a Emmy que no se encontraba tan lejos.

- ¿Por qué estás asustada pequeña? - susurró cerca de mi oído y un escalofrío me advertía de que iba a ser imposible librarme de él. Se ensañaba tanto en mí, que conseguiría lo que quiere que fuese.

- No me digas así - susurré enojada y con los dientes apretados.

- ¡Ah! cierto, sólo Max puede decirte así - se hace el chistoso.

¡Qué! Este tipo conocía a Max.

- ¿Eres su hermana no? - preguntando lo obvio.

- Si, y ¿tú que eres de él? - lo encaré y entrecerré los ojos, lo vi de una forma acusatoria, exigiendo una respuesta.

- Soy amigo de él, estoy en la universidad - me le quedé observando y supe que no mentía.

Ésta era una gran oportunidad para saber de las cosas que hacía mi hermano, y conocer como se conocieron Max y Sofi. Me muero de ganas por preguntarle bastante cosas.

- Bien, me voy - sólo dije eso.

- No tan rápido, pequeña. Necesitamos hablar. Sé que quieres preguntarme por él.

Tiene mucha razón.

- Si, pero se supone que eres su amigo no deberías hacerlo - ataqué

- Porque soy su amigo necesito hacerlo - contraatacó - tomemonos algo, yo invito.

- Ya he dicho que no - me zafé de su agarré y marché furiosa.

¿Quién se cree este sujeto para hablarme así? Es su amigo y por lo visto no le importa mucho las consecuencias que traiga su acto de divulgación de información.

El encanto de MaxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora