Estaba en el baño, encerrada en un cubículo con mis codos en las rodillas cubriéndome los ojos. Las lágrimas corrían por mis mejillas como cascadas y no las podía detener por mas que quería. Iba tan bien, bueno por lo menos lo creía. Maldita sea la hora en la que volvió a mi vida. Malditos sea a Max Devine. No puedo soportarlo más. Necesito irme lejos, huir como él lo hizo, pero de nada serviría él tiene quién le consuele y yo no tengo a nadie. Pero tampoco quiero alejarme. Soy demasiado masoquista para hacer cualquiera de las dos cosas.
Mi teléfono vibró y me sobresalté. Era un mensaje de Will. Decía que ya estaba en el hospital en la sala de espera. Le contesté diciendo que estaba en el baño. Que saldría un momento.
Así que salí del cubículo y me fui a los lavabos. Mi reflejo en el espejo era un horror. Tenia los ojos hinchados y rojos, la nariz estaba igual, roja y mi pelo era un desastre. Lavé mi rostro, deseando que se llevara esa cara horrible, para que no se diera cuenta de que estuve en un estado en él que yo misma había creado. Para bien a para mal la decisión ya está tomada. Dejaré ser feliz a Max a costa de mi dolor. Dejaré que ame de nuevo y no me interpondré. Dejaré que haga su vida. Dejaré de hablarle.
Por su culpa Matt estaba aquí, no he escuchado la historia, ni la querré escuchar. Sé que han peleado por mi, aunque suene algo soberbio, pero, ¿qué tienen en común ellos dos para haberse atacado como una animales? Si bien, esa cosa era yo.Volví a levantar mi rostro y por lo menos ya no parecía un zombie... ya casi no quedaba rastro de mi estado de ánimo, solo se distinguía el moretón, por fortuna ya no estaba tan horrible. De un color morado, pasó entre un ligero morado y rojo. No lo quería maquillar para recondarme constantemente el daño que me ha hecho él. No lo digo de forma física, sino de forma emocional. Así, también le recordaría a el ese daño.
Por fin decidí salir, ya estaba lista para entre telar a mi padre Will. Recorrí el pasillo blanco hasta la sala de estar. Mi padre no me vio, pué me daba la espalda, tomé un suspiro y me acerqué. Le toqué el hombro con la punta de mi dedo y él se giró para ver quiera la persona. Su sonrisa decayó en un segundo, ¿qué había pasado?
- ¿Por qué lloraste, Abby? - m interrogó. Pero si... - eres igual a tu madre, y yo era experto en saber sus emociones.
- Bueno, creo que sabes bien quién es el dueño de este dolor.
- Max - dijo con los dientes apretados - creo que necesita una lección.
Mis ojos se abrieron a la par que decía eso. No puedo dejarlo. Me mataría aun más el hecho que lo hayan lastimado por mi culpa... entonces mide con la misma vara a Matt y Max. Mi conciencia dictó. Soy un completo y jodido desastre.
- No, por favor. Dejalo pasar.
Sus mandíbula seguía tensa, así que estiré mi brazo y con el pulgar le acaricie la mejilla. Poco a poco la tensión iba bajando, pero ante el último rastro de tensión le dije en un susurro por favor y con la esperanza de que no lo hiciera, se calmó por completo.
- Bien, próxima y no lo toleraré - suspiró, expulsando toda la tensión que pudiera haber abarcado - ¿Para qué querías que viniera hija?
Por primera vez, me había llamado hija. Siempre se refería a mi con Abby, o señorita Devine. Pero jamás así... esa palabra con cuatro letras hacía que se sintiera en las nubes... ¡me había dicho hija! Y aunque sé que es ridículo, por ser sangre de su sangre. Aún no se había acostumbrado al hecho que su hija estaba en frente de él. Mis ojos se llenaron de lágrimas, pero ahora de felicidad. Era tan perfecto este momento.
- ¿Ab...? - comenzo
Lo interrumpí lanzándome hacia su cuello y riendo.
- No lo arruines diciéndome Abby, cuándo me has dicho hija.
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El encanto de Max
Teen FictionSAGA ENCANTADOR Y PEQUEÑA (#2) Ha pasado un año y varios días, perdí la cuenta, desde que leí la carta de Max. Después de este largo tiempo, él ha regresado pero ahora no ha venido sólo, ha venido con una ella. Ambos se quedarán una semana en la cas...