❝Hay una ciudad donde cada persona tiene un color especial y un significado propio.❞
Myoui Mina era paz y tranquilidad, sólo eso, nada más. Después de todo y podía vivir así para siempre.
O eso creía hasta que una persona nueva apareció.
Son Chaeyou...
—Mi libro favorito es El Principito, ojalá algún día puedas leerlo si llegas a nuestros brazos. Me gustan sus frases, porque la primera carta que recibí de Mina tenía una.
Era una versión de Chaeyoung que Mina nunca había visto, pero que ahora tenía la oportunidad de guardar en su memoria gracias a que había vuelto temprano.
Sentada a un lado del capullo cerrado, rodeada de las flores que ella misma había creado, siendo la inocente y juguetona joven que era en esencia. Soltaba aquellas palabras como si en verdad pudiera hablar con el pequeño, era casi mágico.
Mina deseó que esa imagen pudiera ser eterna, quería ver a esa chica de piel naranja con la camisa de estrellas que tanto le gustaba, ahí, siempre, perfecta.
—"Si alguien ama a una flor de la que sólo existe un ejemplar en millones y millones de estrellas, basta que la mire para ser dichoso". — Citó Mina mientras se acercaba a su pareja, sabía que esa era la parte favorita de Chaeyoung, de ese libro que se había convertido en el más leído.
—¿Crees que se abra pronto? —Solo el destino sabe cuánto tiempo tomará, no te impacientes.
—Es difícil no hacerlo, Mina.
Y para que Chaeyoung quitara esa carita afligida, Mina intentó algo nuevo. Creó una luz, un poco más grande que las usuales, y la dejó flotar, alto, alto, hasta que la misma explotó cual pirotecnia en la tibia tarde.
Claro, Chaeyoung quedó tan asombrada, que sus ojos tomaron ese brillo tan especial que sólo Mina podía lograr. El corazón de Chaeyoung ya la había perdonado del todo, dejando ir el miedo.
El capullo de la margarita bebé comenzó a abrirse.
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