❝Hay una ciudad donde cada persona tiene un color especial y un significado propio.❞
Myoui Mina era paz y tranquilidad, sólo eso, nada más. Después de todo y podía vivir así para siempre.
O eso creía hasta que una persona nueva apareció.
Son Chaeyou...
Afuera llovía a cántaros, pero ninguna de las dos chicas se dio por enterada hasta que observaron la ventana de la casa de la mayor.
Se sentaron sobre la alfombra, Chaeyoung miraba con admiración las gotas que caían en el vidrio, imaginaba que ellas hacían una carrera y jugaban a alcanzar la meta que eran los charcos bajo la enredadera de rosas que había hecho florecer.
Mina pensaba que la lluvia era melancolía y pesadumbre. Totalmente lo opuesto a la chica de su lado.
Chaeyoung abrazó a Mina intentando que el frío no se colara por la piel azulada de su acompañante. Y ahí fue cuando Myoui descubrió que Chaeyoung no sólo parecía un Sol, si no que era cálida como uno. Su piel era cálida, como ese color que la acompañaba.
Se vio muy a gusto entre los brazos de la chica de la euforia y pronto cayó dormida. Chaeyoung tuvo que armarse de todo el autocontrol que tenía para no comenzar a molestarle o hacer ruidos para despertarla, era una de las desventajas que tenía el poseer su espíritu de tanta energía.
Chaeyoung no recordaba exactamente lo que había pasado en los días anteriores ¿Se había desvanecido por un instante? ¿Había muerto? ¿O simplemente se había sumergido en un sueño profundo para recuperar fuerzas? Lo único que podía ver con claridad, era a ella misma encerrada en una habitación blanca muy pequeña, pero al apagarse las luces, esa misma habitación se llenaba de colores fosforescentes como si estuviera con un tipo de éxtasis en el organismo.
Y ahí fue cuando el beso de Mina llegó para darle esperanzas y sacarla de esa locura interna.
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