❝Hay una ciudad donde cada persona tiene un color especial y un significado propio.❞
Myoui Mina era paz y tranquilidad, sólo eso, nada más. Después de todo y podía vivir así para siempre.
O eso creía hasta que una persona nueva apareció.
Son Chaeyou...
Chaeyoung saludaba a Mina cada mañana, sin falta. En cuanto amanecía y el sol se asomaba dando la luz, ambas chicas salían a su puerta para recoger el periódico. Esa era la oportunidad de la más bajita, quien miraba a Mina con una sonrisa y agitaba sus brazos para que notara su presencia. Pero cuando por fin conseguía que la chica azulada le mirara, simplemente hacía una mueca de disgusto y volvía a entrar en su hogar. Al menos sabía que existía y eso alentaba a Chaeyoung a seguir intentando.
Estaba la posibilidad de perder su color natural si no conseguía su cometido, su principal intención era ser para ella la misteriosa y silenciosa chica de la casa contigua. Pero no, ella no se rendiría aunque eso ocurriera, no le importaría dejar de ser la chica naranja.
Esa misma tarde, utilizó lo poco que sabía de repostería e hizo un pequeño pastel de chocolate que dejó en una cajita con una flor frente a la puerta de la mayor.
Mina estuvo gratamente sorprendida, a pesar de que no le gustaba el chocolate, porque cuando tomó la caja entre sus manos, la flor pequeña mágicamente se abrió y dejó salir unos brillos. Como si hubiera florecido con su presencia.
El Sol se escondió y Mina se asomó a su ventana para mirar las estrellas. Para su mala suerte (según ella), su ventana quedaba frente a la de la habitación de Chaeyoung.
La de cabellos castaños se asomó ligeramente y le dijo en voz un poco alta.
— Buenas noches, unnie.
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