Capítulo 35: El plan perfecto (Parte 1)

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Por fin había caído la noche, luego de discutir cosas bastante banales como el nombre del equipo (aunque, ahora que lo pensaba mejor, no estaría para nada mal ponerle un nombre a un equipo). Así que iniciamos nuestro plan de infiltración con todo pendiente preparado.

Gracias a mi Niebla Kage no nos pudieron detectar hasta que llegamos a la entrada. Ésa era la primera fase. Ya infiltrados, Akira tuvo que salir de la niebla para atacar a los guardias y que no levantasen sospechas sobre nadie más. Era la única forma de pasar por ellos sin incriminar a nadie más, ya que Akira de por sí era considerado "monstruo criminal" en el pueblo.

Mientras Akira se encargaba de cada 2 guardias que intentaban darle un golpe, Minako y yo sellábamos las puertas para que nadie entrase o saliese de aquí. Así nos podríamos librar de más gente.

No teníamos un mapa del lugar, pero Akira podía rastrear las hierbas con su gran olfato, así que en eso teníamos ventaja. Aún así, teníamos que avanzar rápido, ya que más guardias podían venir en cualquier momento. Al menos teníamos a un guardián que se encargaba de los guardias, unos pilares que podían obstruir aún más las entradas y salidas, y un hechizo para resguardarnos entre las sombras. También estábamos obstruyendo varios pasos a cualquier posible alarma, tratando de no tocarla nosotros. Todo estaba perfectamente calculado para llegar hasta las hierbas.

Cuando por fin llegamos hasta nuestro tesoro, nos dimos cuenta de que estaba en una caja fuerte con una combinación compleja que sólo el emperador de Pánida, el cual a estas horas debía de estar durmiendo, sabía para abrirla. Eso no fue problema, ya que las garras de Akira atraviesan lo que sea, literalmente hablando.

Al abrir la puerta, nos encontramos con una mercancía llena de hierbas raras, algunas contenidas en una máquina gigante, la cual conducía todo el aroma por un conducto que emitía su aroma por todo el pueblo, incluyendo los adentros del pueblo. El resto estaban esparcidas en un sitio específico para cuando tuviesen que reemplazar las de la máquina. Era la primera vez que veía algo así.

Lo único que teníamos que hacer era probar que las hojas eran malas (en el sentido de controlar a las personas sin que éstas sepan lo que están haciendo) y destruir el resto. Sin embargo, eso no iba a ser tan sencillo.

-¡Quieto ahí, bestia inmunda!- gritó uno de los guardias que habíamos tumbado (de hecho, creo que el primero).

Cuando Akira se fijó (ya que nosotros estábamos un poco a ciegas), no sólo estaban los guardias que habíamos tumbado, sino que también estaba toda la gente de Pánida. Entre ellos, los tres pudimos reconocer una única voz...

-Vaya, vaya, vaya...- era el emperador de Pánida -...¿Pero qué tenemos aquí? ¿Por fin la Bestia se rindió ante estas hierbas?- Akira sólo hizo un gesto de desagrado, usando una garra para atravesar una de las hojas, atraerla hacia él y romperla en mil pedazos.

-Como si yo fuese un tonto que se dejase llevar por esto...-

Afortunadamente, la niebla que tenía activada podía durar lo suficiente para que yo pudiese descansar, así que el esfuerzo para mantenerla era muy poco y podía durar casi para siempre.

-Bueno... al menos es bueno que por fin hayas dejado de ser tan cobarde y afrontes tus consecuencias...-

-¿De qué, si me lo puedes decir? ¿De tener un don que puede cambiar al mundo?-

-No. De tener un don para destruir el mundo. Por eso fuiste rechazado por aquí. Porque eres una bestia. Y aquí no habitan bestias salvajes que destruyen todo... No, aquí habita gente inocente que quiere vivir una vida en paz...-

-¿Entonces para qué es esto? Porque puedo jurar por todos que esto es algo más que una carnada para animales salvajes... ¿no es así, gente?- ese comentario sólo enfureció aún más a la gente, y mucho peor, al emperador.

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