Capítulo 8: De visita en Ondarike (2/3)

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Me condujo por el pasillo, dio vuelta en varias esquinas sin pararse a pensar, conocía bien el lugar. Los muros del palacio eran tan oscuros y lisos que yo nunca podría encontrar el camino de regreso sin importar cuanto empeño pusiera en ello, por suerte para mí, tenía una encantadora chica para hacerme de guía.

Al fin salimos a un pequeño jardín, donde se podían ver unas cuantas mantas y jaulas tiradas aquí y allá, con animales enfermos. El panorama resultaba bastante deprimente, nada que ver con lo que pensé que tendría Abigail preparado para una tarde de "diversión". Había algunas plantas y flores, que tenían la intención de decorar el lugar, pero su misión era imposible cuando veías los demacrados rostros de las criaturas allí tiradas. La fresca brisa del otoño, y los opacos colores de las hojas tampoco ayudaban mucho a mejorar el ambiente. 

No resultaba ni remotamente romántico o acogedor, pensaba que ese era el tipo de cosas que les gustaban a las chicas. A lo mejor me equivocaba. 

Por favor que alguien me explique. 

- ¿Qué es esto? –tuve que preguntar, intentando ocultar mi perplejidad.

- Es... mi lugar de entrenamiento –respondió ella tímidamente.

- ¿Entrenamiento?

Suspiró, soltó mi mano y se acercó a una jaula de la que saco un búho en muy mal estado, empezó a acariciarlo con aire ausente.

- La última vez que estuviste aquí, hiciste una pequeña "demostración" de tus poderes... –empezó a contar.

Recordé que en nuestra anterior visita a Ondarike, había estado haciendo ejercicios de fortalecimiento con papá y quise mostrárselo a Abigail. Ya sabes: sin camisa, músculos, fuerza, solo para impresionarla un poco. Ambos sonreímos al recordarlo. Mi actitud fue completamente inmadura. 

- Fue una estupidez... -intenté disculparme.

- No –me interrumpió-. De hecho fue muy divertido... -sus mejillas se pusieron como tomates.

"Es solo que... ya sé que es muy tonto, pero de cierta forma me sentí un poco... mal, por el hecho de que yo aún no era capaz de hacer nada. No tenía ningún poder que me hiciera especial como tú con la fuerza, o como Nathaniel con su poder sobre los metales. No tenía nada."

- Lo lamento. No se me ocurrió que te pudieras sentir de esa manera –me disculpé, porque no sabía que más decir, la situación me había tomado completamente desprevenido.

Sacudió la cabeza.

- No tienes que disculparte. No te traje aquí por eso –se acercó a mí, y me indico que extendiera las manos, para sostener al búho.

"Hace poco descubrí mi habilidad, heredé la sanación de mi madre, y desde entonces he estado buscando animales heridos con los cuales poder practicar, curándolos. Así cuando volvieran a visitarnos, podría mostrarte mis avances -levanto la mirada para observarme, pero luego la retiro rápidamente, apenada."

Abrí mucho los ojos y tan solo sostuve al animal herido en mis manos. Incapaz de articular palabra.

- Siento si te hice sentir incomodo –rió nerviosa-. En ocasiones tiendo a balbucear.

- Está bien –le aseguro-. Tan solo... no me esperaba todo...esto.

- Bueno, ahora te mostrare lo que puedo hacer –tomó el ala del búho y la levantó con cuidado, indicándome-. ¿Vez como se tuerce en este ángulo? Esta rota. Lo encontré ayer junto a un árbol, debe haberse caído.

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