Capítulo 24: El gran día

104 6 2
                                    


Abigail:

Finalmente amaneció. Llevaba horas dando vueltas y vueltas en la cama sin poder dormir. Estaba inmensa e incalculablemente emocionada, lo cual no tiene mucho sentido, ya que ni siquiera se trata de mi cumpleaños, sino del de Oliver. Pero es que no podía evitarlo, por fin éramos novio de forma oficial, y nos habíamos dado nuestro primer beso, no solo entre nosotros, sino que además también había sido el primer beso de mi vida.

Y puede parecer un tanto patético, quizás demasiado infantil, pero la verdad es que en Ondarike no contaba con muchas opciones. Nathaniel y yo contamos con la fortuna de nacer mellizos, pues así tuvimos compañero de juegos desde el primer momento, pero en el reino Vittra la realidad era bastante diferente. Es cierto que con la nueva era que se comenzó, muchas cosas habían mejorado, partiendo de la calidad de vida para el pueblo, aun así, nuestros avances no han sido ni de cerca tan grandes como los que se han dado en el reino Trylle, es algo envidiable.

El proceso ha sido mucho más complicado para nuestra gente, la infertilidad aunque ha decrecido, sigue siendo un gran problema que aqueja a la raza, y mientras la mayoría del pueblo se muestra enormemente agradecido y abierto a ideas de progreso traídas por mis padres, hay también mucho que se resisten a los cambios, sin ninguna razón lógica aparente, pero con gran determinación para obstaculizar los nuevos proyectos.

Con todo eso han sido poco los niños que mi hermano y yo hemos conocido, poniendo como bonus, que los dos únicos markises que visitan constantemente el castillo y tienen hijos, en ambos casos, tuvieron niñas. Claro, fueron excelentes compañeras de juego, Maguie –una de ellas- es de hecho mi mejor amiga, pero debido a eso no pude tener ninguna experiencia con chicos, y en el caso de Nate, nunca tuvo ningún amigo, esa es una de las razones por la que es tan reservado con las otras personas.

Por ello, no resulta sorprendente la gran ilusión que nos hizo la primera vez que conocimos a Oliver y Ella Staad, príncipes Trylle. Ya habíamos conocido en otras ocasiones a Wendy y Loki, en algunas de sus visitas; pero por alguna razón desconocida, durante nuestros primeros años, ni ellos trajeron a sus hijos a nuestra casa, ni nuestros padres nos llevaron a la de ellos.

No fue sino hasta que nosotros cumplíamos siete años, cuando nos presentaron, el mismo día de la celebración. Recuerdo aquello con mucha precisión, ¿Cómo olvidarlo? No diré que me enamore de Oliver en el primer momento que lo vi, pues en realidad sentía más miedo e inseguridad de cómo tratar con un chico desconocido, que emoción por al fin conocer a uno.

En el momento, nos limitamos todos a los saludos formales, y luego cada quien se fue a su lado, a ocuparse de sus propios asuntos, sin cruzar más palabras, pero cruzando todas las miradas. Me acuerdo mucho de eso, mi curiosidad en cierta forma podía más que mi miedo, y aunque no me atrevía a hablar con él, cada dos por tres lanzaba miraditas furtivas en busca de sus hipnotizantes ojos color miel.

De esa forma fue nuestra relación desde el principio entre los cuatro, meramente formal, muy cautelosa, tímida, pero llena de momentos extrañamente encantadores. No fue sino hasta que nos volvimos adolescentes que entre Oliver y yo llego a haber una verdadera conversación, esa vez fue toda una sorpresa, cuando descubrí que de hecho si podía mantener una charla normalmente con otro chico de mi edad aparte de mí hermano. Y resultó muy interesante, incluso entretenido, pues había algo en su forma de hablar y sonreír que me provocaba risa cada dos por tres, me resultaba imposible evitarlo, pero más que eso, se sentía fantástico, en especial, cuando al finalizar el día él se despidió de mí, no con su típico asentimiento de cabeza, sino con un gentil y dulce beso en mi mano.

Un Cuento TrylleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora