CAPÍTULO 11

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Sonaba una música alegre. No obstante, era una melodía que a Janette le daba mala espina. A decir verdad, todo lo que tuviera que ver con circos malditos y asesinos sanguinarios podría provocar esa sensación en ella.

Jamás habría imaginado que la guarida del asesino de la sonrisa eterna sería un circo abandonado en mitad de la nada, cuyo soberano era Laughing Jack, una entidad oscura que definitivamente no era humana.

Entendía como era que Jeffrey estaba tan desquiciado. Cualquiera en un entorno así lo estaría. 

Sin embargo, admitía que el payaso le daba más grima que Jeff. Con esa altura,  esas garras mortíferamente afiladas y esos dientes puntiagudos la única palabra que a Janette se le pasaba por la cabeza era terrorífico.

Su estómago estaba revuelto. Todo a su alrededor tenía aspecto de pasaje del terror en condiciones deplorables. Por si fuera poco, el hecho de tener a un payaso tenebroso merodeando por cualquier rincón del recinto le ponía los pelos de punta.

—¿Dónde demonios me has traído? 

—Yo no te he traído, tú me has seguido.—apuntilló.

—Desgraciado. —musitó, con intenciones de que el pelinegro no lo escuchase.

Jeffrey se dio la vuelta, Janette paró. La sujetó fuertemente de la muñeca y la dedicó una mirada que dejaba claro que no estaba dispuesto a escuchar más sandeces. Había sido divertido por un momento, pero como le pasaba con la mayoría de las cosas, ya se había cansado y no tenía necesidad alguna de continuar aguantando las desagradables intromisiones de la castaña.

—Hablas demasiado, doctora.

Lo decía porque fue ella quien, aplicando técnicas de primeros auxilios, trató su herida de bala. Fue la que le salvó la vida a cambio de la suya, a final de cuentas, puesto que había desembocado en la negrura del circo abandonado.

—Te lo advierto, será mejor que aprendas a guardar silencio.

Y esta vez no lo decía únicamente por él, sino por el payaso dueño y señor del circo de las sombras. Había podido ver como la miraba, como pasaba la lengua entre esos dientes afilados, probablemente pensando en hacerle algo que no la dejara más remedio que gritar.

Era de esperar que la muchacha interesara casi tanto a Jack como a Jeff. Lo que el pelinegro no pudo prever fue que la castaña se las arreglaría para escapar a la situación del caramelo sin comérselo, o, en su defecto, provocar la ira en el payaso sombrío.

—Yo te advierto que no me toques más. —intentó liberarse de su agarre.

—¿O sino qué? —le apretó el brazo con fuerza.

—Suéltame ya. —pronunció con crudeza y una cara de pocos migos.

Janette no estaba bromeando, Jeffrey jugaba como un niño con sus videojuegos.

Entonces, sin previo aviso, la chica le pegó un pisotón. Jeff la soltó y la fulminó con la mirada, con los ojos inyectados en sangre y unas ganas incontrolables de apuñalarla en el pecho. Llevó sus ojos a ella, esos con un reflejo azulado apagado, cansados; pero enfermizos, sin la protección de unos párpados. Esos que podían haberla asustado una vez, mas ya no lo volverían a hacer. Janette se estaba acostumbrando al aspecto de Jeffrey, a sus miradas, a sus movimientos y a sus palabras. Ya no tenía nada que temer.

Instinto |Jeff The Killer| [Book #1]  •օղҽ•  ✔ #CreepyAwards2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora