CAPÍTULO 2

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Una vez se decidió por hacer lo que esa persona querría, se palmeó el rostro y con toda la determinación que le cabía en el cuerpo, se preparó para pasar a la acción. Aprovechó su estado de inconsciencia para examinar la herida de la que procedía toda esa sangre. Era un balazo.

Janette estaba horrorizada, no sólo le habían desfigurado y torturado, sino que finalmente le habían disparado. Era una catástrofe. ¿Como había podido llegar hasta aquí, escapando de tales mosntruos? Había tenido mucha suerte.

Quiso darse una colleja a sí misma. ¿Suerte? Si aparecer perdiendo sangre, desfigurado y con las fuerzas justas para pronunciar tres palabras era tener suerte, la muchacha rezaba porque el destino no decidiera premiarla con una suerte así.

Tenía que hacer algo ya, no era momento de debatir interiormente. No obstante, le daba mucho repelús curarle inconsciente cuando aún tenía los ojos abiertos. Esto se debía a que no tenía párpados, evidentemente; pero ella no podía evitar sentirse de lo más incómoda, observada. Iba a hurgarle en la herida cuando sus ojos azules seguían mirando en su dirección

Mandó a sus cachorros a dormir, pues no dejaban de lloriquear tras la puerta del baño y atravesó todo el pasillo hasta llegar a ese lugar. Abrió la puerta con cuidado, para impedir que se escaparan y llegó hasta su objetivo principal, el armario junto al lavabo. Sacó un kit de primeros auxilios. No estaba segura de si iba a poder sacarle la bala, aún se estaba planteando el llamar a una ambulancia. No obstante, recordaba la mirada del chico, y el tono de voz con el que le había dicho que no lo hiciera.

Recordó entonces la incómoda mirada de sus ojos dañados y decidió tomar una toalla para cubrirle los ojos. De esa manera, podría centrarse en tratar sus heridas sin sentirse incómoda. Cerró la puerta del servicio con cuidado, dejando a sus preciosos animales en el interior y lejos del herido.

Sacudió la cabeza, no tenía tiempo que perder. No iba a llamar porque él no lo quería, y porque tardarían mucho en llegar. La tarima del pasillo estaba inundada en sangre y temía que si el chico perdiera más, terminara por fallecer.

Regresó al pasillo con el botiquín en sus manos temblorosas y trató de respirar hondo. Una vez logró relajarse un poco, se recogió el cabello en una coleta rápida e improvisada y decidió comenzar.

Lo primero que Janette hizo tras curbirle los ojos fue deshacerse de la tela del pantalón con unas tijeras, cortándolo por la mitad, para tener así la herida bien expuesta. Después tomó una de las gasas del botiquín y la empapó en suero para comenzar a retirar la sangre seca y poder visualizar la herida con mayor precisión.

Negó abrumada por la situación que encontró. Si no le sacaba la bala cuanto antes y curaba la herida, podría perder la pierna. Dejó la gasa ensangrentada a un lado y trato de frenar los temblores de sus manos.

Esto era demasiado para Janette. Jamás se había visto en una situación como aquella, tenía miedo de meter la pata y, en lugar de salvarle la vida, ponerla en riesgo.

Estuvo tentada a llamar a la ambulancia, pero las palabras del pelinegro resonaban en su cabeza, una y otra vez, haciendo eco en su mente. No debía llamar a la ambulancia, no mientras corriera el peligro de que los mafiosos pudieran encontrarle y terminar con lo que no pudieron; enviarle al otro mundo.

—Tu puedes. —susurró para ella misma. —Te sabes la teoría, solo tienes que pasar a la práctica.

Tomó las pinzas y las introdujo en el agujero del disparo. Buscaba la bala con insistencia, pero no la encontraba. La herida se había vuelto a llenar de sangre y sus manos habían vuelto a temblar. Se secó el sudor de la frente y suspiró.

Instinto |Jeff The Killer| [Book #1]  •օղҽ•  ✔ #CreepyAwards2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora