CAPÍTULO 19

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Janette observaba las prendas sobre la cama pensativa. Había cosas bonitas, sin embargo había otras que no se pondría jamás, eran demasiado atrevidas. Y estaba convencida de que ese maldito de Jeffrey las había escogido a propósito. No por nada le había parecido extraño que la mirara de reojo cuando pasaba por la cocina.

La miraba el culo descaradamente, ni más, ni menos.

Sus ojos se posaron sobre el vestido verde apagado. No podía creer que hubiera sido Jeff quien lo hubiera elegido, era precioso, nada que ver con las otras prendas. De cualquier forma, demasiado formal para vestirlo a diario.

Se encontró entonces con una camiseta blanca básica, bastante larga. Casi podía servirle como vestido también. Decidió probársela para confirmar su teoría. A Janette le gustaba bastante como le quedaba, le aportaba la comodidad del camisón sin ser tan horrible. Se colocó un cinturón para ceñirla a su cuerpo y parecía un vestido de verdad.

Se dispuso a guardar el resto de prendas en el armario del dormitorio. Allí, encontró ropa que supuso que era de Jeff. Todo blanco y negro, era curioso. Cinturones y zapatos nuevos que jamás se había puesto. Ese cerdo prefería ponerse la misma sudadera sudada y manchada de sangre antes que estrenar ropa nueva.

Salió de la habitación, el pelinegro estaba en el salón. Parecía su zona favorita, nunca salía de ahí. Cuando la vio lucir esa larga camiseta blanca básica con esas playeras suyas, intervino.

—¿Qué haces con eso? Es todo mío.

—Estaba en la bolsa.

Jeffrey aprovechó para tomar una camiseta blanca que le gustó, solo que se había distraído—más bien había huido embravecido para no terminar por herir a Janette en aquella acalorada discursión—y terminó por olvidarlo.

—Me enfadé tanto que se me olvidó sacarla de allí. —declaró, con los ojos fijos sobre ella. —Además, esos zapatos si que son míos.

¿Y qué quería? Janette se cruzó de brazos, había escapado de un hospital psiquiátrico, no de un hotel de cinco estrellas. No era culpa suya. 

Resopló cuando Jeffrey mantuvo sus ojos sobre ella durante más de un minuto.

—Voy a cambiarme. —bufó.

Estaba molesta por tener que hacerlo, pero prefería eso que discutir con el pelinegro por milésima vez. Después de la última noche, se dio cuenta de que prefería andar de buenas con él, antes que a la gresca. Sobretodo si evitaba escuchar calificativos tan despectivos como los que Jeff usaba a menudo. Además, el concepto que tenía de el distaba de la realidad. No era tan antipático e insoportable, al menos no cuando se reía e incluso aceptaba algunas bromas.

Estaba viendo una facetas que no esperaba encontrar en él. La concepción de asesino despiadado que tenía de el se estaba desmoronando para dejar paso a un chico difícil, pero interesante. Sabía, porque buscó información de él hasta la saciedad, que no había tenido una vida fácil. Seguía creyendo que no era una justificación para todas las atrocidades que había cometido, pero sin duda no podía ocultar su sorpresa al haberse encontrado con un lado de él tan entrañable.

—No te lo quites. Te queda bien.

Jeffrey se levantó del sofá y se dirigió al baño. Para la sorpresa de Janette, lo hizo para ducharse. Creyó haberle escuchado decir que no lo hacía muy a menudo. Otra sorpresa más, y el día estaba aún por empezar. Janette escuchó el agua de la ducha caer, señal de que no era un espejismo, el asesino de la sonrisa eterna se estaba dando un buen baño, ¡gracias al cielo!

Un tiempo después el agua se cortó y Jeff salió del servicio con una toalla enrollada alrededor de la cintura y el pelo mojado.

—Ese payaso solo hace magia para lo que le conviene. —protestó por lo bajo.

Instinto |Jeff The Killer| [Book #1]  •օղҽ•  ✔ #CreepyAwards2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora