CAPÍTULO 14

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Al amanecer, Janette se decidió a salir del cuarto de baño. Se armó de valor y con Jeffrey roncando en el sofá plácidamente, fue capaz de abandonar su fuerte.

El asesino de la sonrisa eterna llevaría horas durmiendo, en cambio, ella no había pegado ojo y se encontraba muy cansada. Debía tener unas ojeras colgando hasta los pies como prueba de ello.

Caminó hasta la cocina para servirse un vaso de agua. Abrió la llave del grifo y entonces recordó que salía turbia. Alguna tubería debería estar mal o algo por el estilo. Suspiró, agotada. Nada le salía bien.

No podía ni beber un vaso de agua porque el agua no era potable. No podía ni dormir porque estando con Jeff no era seguro.

Creía que estar en el psiquiátrico encerrada no era vivir, que cuando saliera y respirara aire puro otra vez, volvería a encontrarle el sentido a su día a día. Ahora, se preguntaba qué parte de lo que le sucedía era vivir. ¿Atrincherarse en el servicio para protegerse de Jeff?

Suspiró y se agachó para abrir el armario debajo del lavabo y, de esa manera, poder acceder al lugar donde estaban todas las tuberías que transportaban el agua turbia.

Janette trató de aflojar una de ellas pero no le fue posible. Estaba demasiado rígida, por más que ejercía su fuerza sobre el codo de la tubería, pero no cedía.

Se dio la vuelta porque escuchó unos pasos. Jeff se había despertado y se había puesto en pie, aún después de tremenda cogorza. No recordaría nada de lo que había sucedido la noche anterior; pero Janette no pensaba preguntarle acerca de ello.

El pelinegro reparó en las marcas violáceas en el cuello de ella, pero tampoco hizo si quiera un amago de preguntar. Le dolía la cabeza, y si podía evitar escucharla gritar; mejor.

—¿Qué haces ahí?

—El agua sale turbia. —pasó, considerando la idea que se le pasó por la cabeza. —¿Podrías mirarlo? He intentado aflojar la tubería pero no tengo fuerza suficiente. —terminó por decir.

Janette finalmente se había atrevido a pedirle algo al asesino de la sonrisa eterna. Eso no era nada bueno, pero verdaderamente necesitaba beber agua. Estaba sedienta y con dolor de cabeza.

Jeffrey le habría dicho que no, que se buscara la vida. Sin embargo, las marcas en su cuello le hacían sentir miserable.

Él sabía que no debería, su orgullo le gritaba que qué narices le estaba pasando. Le había hecho cosas mil veces peores a otras mujeres. Las había desfigurado diciendo hacerlas hermosas, las había apuñalado e incluso en algunos casos, había sido capaz de cortarles las manos.

¿Qué tenía Janette que le hacía sentirse escoria por haberle puesto las manos encima?

—No soy fontanero.

Dijo eso pero se agachó para revisar las cañerías bajo el lavabo. Janette le señaló la tubería que creía, era la causa de la suciedad. Habría que reemplazarla, podría pedirselo después a Laughing Jack, que parecía hacer magia con sólo chasquear los dedos.

—¿Lo consigues?

—Lo intento.—contestó con aspereza.

Trataba de aflojarla pero no podía, y eso que tenía más fuerza que la castaña.

—¿Pero gira?

—¿No ves que no?

Janette se agachó como él. Estaba claro que no podía verlo; pero qué iba a saber Jeff.

—Es hacía el otro lado, mendrugo.

No pudo evitar reírse de la situación. Tenía claro que el asesino de la sonrisa eterna no era un fontanero, pero después de eso le quedaba totalmente claro.

Instinto |Jeff The Killer| [Book #1]  •օղҽ•  ✔ #CreepyAwards2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora