CAPÍTULO 12

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Janette se quedó dormida en la habitación con la ventana abierta. La noche había caído y el viento se colaba por la ventana, hacía frío. Fue ese el motivo principal por el cual se despertó en mitad de la noche.

Ya no tenía pesadillas, era insólito. Ahora que estaba verdaderamente cerca del asesino de la sonrisa eterna, ahora que tenía la certeza de que todo era real, sus terrores nocturnos, sus espejismos y alucinaciones se habían esfumado.

No se sentía mejor porque sus arrebatos hubieran desaparecido. En su caso, el remedio era peor que la enfermedad. Mucho peor.

Se levantó de la cama y cerró la ventana. Lo extraño era que ya no podía escuchar los ronquidos de Jeff, por lo que decidió salir del dormitorio y comprobar que había sucedido. La respuesta fue evidente cuando llegó a la sala de estar y no había nadie en ella.

La castaña se temía lo peor. Comprobó que el fiel amigo del paliducho escuálido, su cuchillo, no estaba por ningún lado tampoco y creyó deducir con exactitud a donde se habría dirigido Jeffrey.

Se frotó las sienes. Estaba en problemas, no debió haberse quedado sola en aquel lugar. No mientras siguiera sin comprender lo que allí sucedía, y menos aún con la posibilidad de aparecer con las mejillas cortadas por ese maníaco del cuchillo.

Caminó hasta la cocina y pateó unas latas de cerveza vacías sin querer. Estaba harta, todo estaba hecho una porquería y se hacía a la idea de quién era el responsable. Además, apenas podía ver porque no había electricidad. Suspiró, resignada.

Seguía sin haber agua corriente y tenía sed; pero era algo que no podía remediar. Resbuscó por los cajones de la cocina y encontró un viejo rollo de bolsas de basura.

Todo estaba oscuro. Un pequeño haz de luz de la luna se colaba por las rendijas de la ventana del salón. Quiso aprovechar la luz natural debido a que no tenía artificial. Subió las persianas y se encontró con la cara del payaso sonriente—terroríficamente sonriente—al otro lado de la ventana.

Ahogó un grito en la garganta y del susto se cayó hacía atrás, dándose contra la mesa que estaba llena de latas y ceniceros colmados de colillas de cigarrillo. Cuando pestañeó de nuevo, ya no estaba.

No había posibilidad de que se lo hubiera imaginado. El payaso estaba mirándola desde el otro lado de la ventana, ¡pero era el piso más alto! Estaba enloqueciendo, esa era la única explicación. Estaba perdiendo por completo la razón.

—¿Te ayudo?

A su izquierda estaba él, tendiéndole la mano, camuflado en la oscuridad de la sala. ¿Cómo había llegado hasta ahí? Era completamente imposible, físicamente hablando.

—Puedo sola. —rechazó sutilmente su ofrecimiento, aparentemente amable.

Se levantó torpemente. Laughing Jack no le quitaba la mirada de encima. Janette no hablaba, sólo se disponía a recoger las latas vacías, que era la tarea para la que necesitaba más luz.

No dejó de recoger latas vacías y meterlas en la bolsa. Necesitaba mantener su mente entretenida con algo, y aunque fuera limpieza, seguía siendo una tarea que podía impedir que divagara entre sus pensamientos.

—¿Deseas algo?

—Luz, pero como no hagas magia, no servirá de nada.

Instinto |Jeff The Killer| [Book #1]  •օղҽ•  ✔ #CreepyAwards2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora