CAPÍTULO 4

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Abrió los ojos en mitad de la noche, no era capaz de dormir más. Por lo menos había conseguido conciliar un poco el sueño, no debía quejarse.

Estaba sudada, con el pelo revuelto y las sábanas de la cama arrugadas. Janette no era capaz de oír nada extraño, todos debían estar durmiendo como correspondía, pues el silencio reinaba en la casa. Se incorporó y se desperezó para poder levantarse de la cama.

Fue hasta el baño. Intento no encender las luces para no molestar a su compañera que debía dormir en la habitación de al lado. Caminaba de puntillas sobre el suelo congelado, debería haberse puesto las zapatillas.

La puerta de servicio estaba entreabierta. Era extraño porque Leia odiaba a dejar las puertas abiertas. Janette le restó importancia y entró en el baño en busca de las pastillas para dormir que le había recetado la doctora Arnold.  Abrió el armario de los medicamentos y tomo el botecito de pastillas redondas. Cuándo se volteo, sintió la presencia de un cuchillo cerca de su pómulo derecho.

—Shh. —siseó. 

El utensilio recorría la piel de Janette con virtuosismo, lo suficientemente despacio para hacerla estremecer, lo suficientemente delicado para no llenar de cortes la zona.

A Janette le empezaba a faltar el aire, era insoportable. Sus pulmones encogían como pasas y a ritmo que esto sucedía sentía la faringe arder. Los ojos del pelinegro se clavan en ella como flechas en llamas, enhiestas y con aires de superioridad. Él tenía el control.

Extendió su sonrisa como acostumbrada a hacerlo. Janette gritó abrumada, el chico no se tomó muy bien ese gesto. Todo lo que pasaba por la mente de la chica entonces era empujarle y correr, pero su cuerpo no respondía.

Que no sonriera más, que se fuera de allí enseguida. Janette quería vivir, quería dejar de ver los ojos crueles y claros del muchacho. Quería olvidar que todo aquello había pasado, olvidar su sonrisa eterna, sus manos largas y fuertes, su navaja. Como si nada hubiera existido en primer lugar.

Pudo sentir el tacto de alguien meciéndola de un lado a otro. También su voz, suave y cálida, llamándola por su nombre, insistente.

—Janette, despierta. Estás sudando. —decía la voz. —No te preocupes, sólo es un sueño. Despierta.

Abrió los ojos y se incorporó sobresaltada. Había vuelto a tener esa misma pesadilla. Los ojos le escocían y el corazón le latía a mil por hora. 

—Estabas gritando, ¿estás bien? —se sentó a su lado, mirándola con preocupación. —¿Te traigo un vaso de agua?

Janette asintió y respiró hondo, inspirando todo el oxígeno que podía si con ello podía dejar de sentir como si le faltara el aire. Leia se fue rápidamente a la cocina para conseguirle a su amiga un vaso de agua, y regresó en cuanto pudo.

—¿Necesitas algo más? —le entregó el vaso. —Bebe tranquila.

Terminó de beberse toda el agua de un trago y después miró a su amiga directamente a los ojos, pues lo que le iba a decir no era una broma.

—Él estuvo aquí.

Por un lado, Janette no era consciente de que aquello que había vivido era solo una pesadilla. Por el otro, lo sintió tan real que podría no haberlo sido en realidad. Eso explicaría porqué había aparecido dormida en el sofá de la sala de estar en lugar de en su habitación, o porqué sudaba y gritaba. Lo que había visto tenía que ser real, no existía la opción de que fuera un sueño o imaginaciones suyas.

Instinto |Jeff The Killer| [Book #1]  •օղҽ•  ✔ #CreepyAwards2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora