Capítulo 4- La señal

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El museo de la Antropología e Historia se alza en la 3 avenida entre la 3 y 4 calle N. O de la ciudad de San Pedro Sula, bastante cerca de «La catedral». Es uno de los lugares más visitados de esta zona y toda Honduras,en el se expone mucha de la historia que rodea la ciudad y al país; sin embargo, también se realizan convenciones y actividades irregulares en los diferentes salones. Con sus dos cañones representativos en la entrada, es conocida como uno de los atractivos que más embellecen la ciudad de San Pedro Sula.

Jaden ya había estado allí varias veces, una vez para la graduación de una prima cercana y las otras veces como turista, sin duda, esa no sería una visita típica a aquel lugar que tantos recuerdos le evocaba, de tardes interminables y paseos coloridos.

Parecía diferente, tal vez era porque lo tenían cerrado al público, pero el espíritu que caracteriza un museo se había ido, estaba tan acostumbrado a escuchar la frase «en los museos la historia cobra vida» que había comenzado a creérsela -sobre todo después de ver algunas películas-. Visitaba tan seguido un museo como podía, se sentía como en casa cuando iba; era tanta su emoción que a veces perdía la noción del tiempo y se le hacía casi de noche. Eran tantos los buenos recuerdos que por un buen rato se le olvidó todo lo que había sucedido.

No pudo quitarse de la mente que estaba en un museo y él no podía visitar uno y simplemente quedarse ahí, estático. Sin importar que conocía el contenido de cada sala porque ya había ido tres veces a ver desde que hicieron unos pequeños cambios en la sala de las pinturas y dibujos, el lugar más modificado. Guardaban algunos frescos o los mandaban a otros lugares.

—Volveré –dijo-.

—No puedes -le cortó un varón de carácter autoritario-.

—No voy a escaparme... si quisiera, ya lo hubiese hecho.

Ok, solo mientras viene el Jefe, pero no toques nada.

—Bueno -gritó mientras subía las escaleras-.

No tenía que decírselo. Ir a los museos era todo un arte que después de tanto había dominado. De camino se encontró preguntándose por qué The boss aún no llegaba. Pero se dio cuenta que no sabía absolutamente nada de él luego que lo dejó ahí.Arriba estaba cálido. Extrañamente algunas puertas estaban abiertas. Había unas que no tenían puertas, pero eso había estado así siempre.Él se dirigió a donde siempre iba primero: La sala del arte Le gustaba visitar ese salón por los dibujos, aunque no era muy bueno dibujando, era fanático de ese arte, los dibujos en grafito eran sus favoritos.

Las cartas que están bajo vitrina, las monedas antiguas y las pinturas parecían tener magia, los objetos que allí estaban eran una leyenda y aunque ya los había visto varias veces él pensaba que era una ofensa pasar frente a cada uno de ellos y no detenerse a mirarlos, nuevamente. Aunque fuera unos minutos, pero, dada la situación actual, no podía concentrarse: tenía una sola cosa en mente.

Encontró un diván en una pequeña sala y se recostó un momento, definitivamente no tenía el tiempo hoy para revisar el museo entero y sabía que no volvería a tener la oportunidad de tenerlo todo para él. A pesar de su escepticismo, tenía que darle crédito a The boss y su gente, sabían hacer el trabajo. Y eso de tener a disposición el museo, claramente les sumaba puntos.

...

Era cerca de las cuatro de la tarde, y él seguía esperando aún al Jefe que lo había dejado ahí una hora y media más temprano.Estaba comenzando a desesperarse. Lo tenían ahí sin darle una mínima explicación, de lo único de lo que estaba seguro era que esa tarde estuvo a punto de morir. Por mucho, ese era el viernes más raro de toda su vida, no recordaba una experiencia tan fuera de lo común.

El Viajero©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora