A paso flemático, contrario a lo que había mostrado antes, The boss regresaba al cuartel. Ya no llevaba prisa. Se había transfigurado, su fisonomía había sido sustituida. Desplazada.
Desabrochó su chaqueta y un relicario brilló en su pecho, lo tomó, lo abrió y le quedó mirando con languidez, luego lo cerró y dejó caer a su posición... Mientras avanzaba, buscó en su bolsillo derecho y extrajo una cajetilla de cigarillos, del otro bolsillo tomó un encendedor, solo se escuchó un chasquido y se vio un chispazo veloz; fumaba lentamente, como si saboreara aquel momento. Silencioso. Se detuvo antes de entrar y dirigió su vista al cielo aún nublado con un aire de tristeza. Sintió la brisa fresca que se movía en la noche. Era de esas noches que presagian en lenguaje místico acontecimientos oscuros.
«Pronto todo esto dejará de existir -se dijo-».
Ese era su consuelo, jamás antes se había sentido igual. No había ni una molécula de felicidad en su interior, pero sintió que el universo por fin se ordenaba y que lo que durante tanto tiempo planeó y por lo que trabajó duro, estaba cerca. Eso era lo más parecido a la alegría que experimentaba desde hacía mucho.
Miró su reloj: 11:08. La hora se acercaba.
Cruzó el umbral y se dirigió hacia la sala común dando ocasionales y largas bocanadas de humo como lo haría alguien que apenas ha comenzado en el hábito. Solo que no era el caso. Su estilo jovial había vuelto. Al caminar se oía únicamente el sonar de sus zapatos al hacer contacto con el piso, lo que encontraba relajante. Abrió algunas puertas y al cabo de unos minutos estaba llegando, al mismo tiempo que acababa su cigarrillo. En ese momento, un joven de mediana estatura y pecas, con lentes rectangulares, que vestía bata blanca y larga, se le acercó. Portaba un tablero.
-Señor, la conexión está casi lista; y el «Reloj de Dios» ya está en posición.
-¿Casi? -demandó-.
-Necesitamos algunos minutos más, Señor.
-Mejoren eso. -dijo mientras ponía el filtro en su tablero y daba rápidamente la espalda-.
Caminó un poco y luego agregó:
-Relájate, hijo.
El joven hizo una inclinación aparatosa y se retiró. The boss observó el panorama que le rodeaba y a uno de los internos mandó que reuniera a todos en la sala común, no mucho después aquel lugar que era espacioso, se encontraba abarrotado. Él se paró en la parte inclinada de la rampa y se dirigió a ellos:
-Señores, Finalmente el día por el que hemos vivido, el día que equivale a nuestra razón de existir, ha llegado. Es tiempo de cumplir con la pesada carga que el destino ha colocado en nuestros hombros. Es tiempo de cambiar la historia, de deshacer esta sociedad putrefacta y construir una nueva desde las cenizas. Vamos a cambiar el mundo.
Los presentes en aquel espacio eran testigos de lo real y literal que aquellas palabras impregnadas de lo que parecía esperanza, podían llegar a ser. A algunos les erizaba la piel saber que no exageraba. Lo que ahí estaba por comenzar, sería el acontecimiento más catastrófico que ocurriría jamás, sin embargo y rayando en lo paradójico, no habría memoria de su efectuación. Ni siquiera él, quien fuera el precursor, estaba consciente de lo que aquello representaba y si lo hubiera estado, no hubiese habido diferencia en su proceder.
El público, ahora expectante, lo miraba sin titubear. Estaban ansiosos, cansados por el largo y extenuante trabajo que por poco concluían. Muchos de ellos habían invertido toda su vida en ese proyecto. The boss prosiguió con su monólogo:
-No voy a exigirles más de lo que pueden dar; sé que muchos ya están agotados y sé que otros ya habían perdido la fe, pero les recuerdo: ahora estamos más cerca que nunca. Vamos a concluir lo que comenzamos, por la humanidad, por la vida.
Y tras una leve brisa de murmullos, concluyó.
-Que dé inicio la operación «Reloj de Arena».
Con una vigorosa lluvia de aplausos, se retiró. Tomó nuevamente el relicario y miró su contenido como lo había hecho antes: un viejo y demasiado gastado retrato en el que una dama le sonreía. El tiempo había marcado aquella pequeña tira de papel fotográfico pero para él seguía siendo el objeto más importante que poseía.
«Espérame solo un poco más -alcanzó a decir-, ya iré por ti».
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El Viajero©
Ciencia FicciónJaden Black es un joven estudiante que luego de un día de clases, se da cuenta de que algo extraño está sucediendo y se ve obligado a resolver una situación tan compleja que podría cambiar el rumbo de la historia.