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Después de salir del parquin del Departamento de Policía de Florida, nos dirigimos a mi nueva casa. Se encontraba en una pequeña urbanización formada por diez casas, separadas las unas de las otras con la suficiente distancia como para tener cierta intimidad. Mi nuevo hogar era fascinante. Tenía un jardín acogedor y muy mimado. Pequeñas flores de distintos colores crecían en el jardín, que parecía una alfombra de miles de colores. Por dentro, la cosa prometía, y mucho. Un recibidor acogedor te conducía al comedor, un espacio grande y luminoso. Este estaba situado a la derecha. Mientras que a la izquierda había la cocina. Unas escaleras te conducían a las cuatro habitaciones: la de tía Karen, el despacho, una para los invitados y la última que iba a ser la mía. Toda la estancia tenía una decoración new age fascinante. Mientras me instalaba en mi nueva habitación, tía Karen dijo:

-Por cierto, Mandy, mañana tienes que acompañarme para hacer la inscripción del instituto. Sé que siempre estuviste educada en casa pero me parece que no notarás ningún cambio.

Eso sí que sería un gran cambio. En Tejas siempre fui educada en casa por papá, mamá y un tutor. Mi padre fue uno de los abogados más ilustres en Tejas. Eso significa que cobraba un montón. Y mi madre... bueno, ella era experta en gastar dinero de papá con sus "amigas". Él se encargó de enseñarme todo lo que sabía en economía y mates, mientras que mi madre me enseñaba el francés y a tocar el piano. Las otras asignaturas que no pudieron enseñarme ellos, lo hacía Karl, un tutor. Lo odiaba. Era alto y delgado y siempre me miraba con una cara de superioridad que no podía soportar. Además, mi tiempo libre me lo pasaba con el piano, cosa que hacía que no tuviera amigos.

Solo esperaba que este cambio me sirviera para algo.

Detective Stevenson

-Aquí tiene señor- me dijo Mat, mi ayudante.

-Muchas gracias-.

Tener el "Caso Spencer" en mis manos hacía que una terrible sensación de desgracia me recorriera. El 13 de junio se recordaría como el Día Negro. En el archivo, había imágenes escabrosas de los cuerpos de los señores Spencer. Los policías de Tejas dedujeron que parte del doble asesinato se cometió en el dormitorio del matrimonio, donde aparecían las escalofriantes muñecas de porcelana cubiertas de sangre. Por las imágenes que tomaron, se pudo ver que los asesinos usaron las muñecas para poder controlar mejor a sus víctimas, golpeándoles hasta que perdieron el sentido. Luego los mataron en el comedor, donde parecía que se hubieran desahogado con ellos. La policía de allí, atribuyó la decapitación del perro para poder entrar en casa y matarlos sin preocuparse por los ladridos del animal. En la escena del crimen se encontró un cuchillo de carnicero manchado con la sangre del señor y la señora Spencer y la hija. La policía no vino hasta pasados dos días, cuando el bufete donde el padre trabajaba comunicó a la policía que no sabían nada de ellos. Finalmente, el día 15 los oficiales entraron en la mansión y se encontraron con la escena sangrienta y macabra. Descubrieron a la hija al inicio de las escaleras, en un estado crítico y con una deshidratación muy preocupante.

Como siempre pasa en los asesinatos de familias acaudaladas, suscitó un gran revuelo entre la prensa. No sabía si los periodistas estaban más impactados por cómo estaba el matrimonio, el perro, la hija o todo en general. El caso aun está abierto porque no se encontraron huellas. Además, las rodadas del coche no se pudieron identificar. El día 14 llovió a mares y las únicas pruebas que pudieron haber, desaparecieron. Aunque me costaba admitirlo, los asaltantes eran muy listos. El motivo principal del asesinato fue por la gran cantidad de dinero que se encontraba en una caja fuerte y en las joyas de oro y diamantes de la señora, desaparecidas.

Intentaba no tomarme este caso de forma muy personal pero no podía. Tenía una hija, Nicole, y era de la misma edad que la señorita Spencer. Solo de pensar que algún día le pudiera pasar algo similar a lo que ha tenido que vivir la pobre muchacha durante estos acontecimientos, me ponía enfermo.

Un caso abierto solo significaba una cosa: problemas. Era mejor pensar que los asesinos estaban en la prisión y no que seguían en libertad, capaces de volver a hacerlo en cualquier momento.

Nada es lo que pareceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora