Tenía la sensación que cada vez que salía de casa, alguien me vigilaba. Y sabía quién era. El extraño vagabundo. El problema era que cada vez que giraba la cabeza o daba un rodeo para poder encontrármelo de cara, desaparecía. Si no fuera porque la primera vez que lo vi iba con Nicole, habría pensado que eran imaginaciones mías.
Las miradas en el instituto parecían disminuir cada vez más. Era como si la gente se hubiera acostumbrado a oír rumores de gatitos en mi casa. Pensándolo bien podía ser bastante espeluznante porque eso significaba que ya era una cosa cotidiana. Tía Karen seguía sin estar bien del todo y eso me preocupaba mucho. Tenía una gran presión por lo del vagabundo y solo quería ver una mirada de ánimos por parte de ella.
El viernes decidí ir a ver al Detective Stevenson a su despacho. A veces me explicaba posibles avances en el caso o sino siempre tenía a Nicole que era como mi confidente. Pero antes de entrar en el Departamento de Policía, vi una sombra oscura, escondida en la esquina del edificio. Un momento más tarde ya no estaba. Oficialmente me estaba volviendo loca. Al final no entré. Necesitaba ir a casa y tocar el piano. Siempre me tranquilizaba. Me gustaba pensar que alejaba todos los demonios de mi interior y que me daba la paz que necesitaba.
Detective Stevenson
El sábado me desperté muy temprano. Hoy sería el primero en llegar al trabajo. Entré un momento en la habitación de mi hija y le di un beso en la mejilla. Era la niña de mis ojos. Salí de casa asegurándome de haber cerrado la puerta con llave, cogí el coche y me marché rumbo a mi despacho lleno de fotografías del caso que no conseguía resolver.
Cuando salí del coche, tuve un extraño escalofrío que me recorrió por toda la espalda. En la esquina del edificio, algo me llamó la atención. Mientras me acercaba, un hedor que conocía demasiado bien iba llenando el espacio. Giré y casi me caigo encima de un cuerpo. Botas desgastadas y ropas viejas. Una barba y bigote abundante. Una cicatriz en la mejilla derecha. Era el vagabundo. Tenía un cuchillo de carnicero clavado en el pecho. Tenía la mirada de miedo en sus ojos y la boca abierta como si en cualquier momento, algún grito procedente de lo más hondo de su ser pudiera desgarrar el aire. Encima de la frente había un trozo de papel enganchado con cinta adhesiva, donde se había escrito con letras mayúsculas hechas probablemente con su sangre las siguientes palabras: Uno menos.
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Nada es lo que parece
Mystery / ThrillerMandy Spencer fue testigo del asesinato de sus padres. El Caso Spencer, como lo llamaron las autoridades, aun sigue abierto. Su única posibilidad de volver a tener un mínimo de normalidad es la tía Karen, de Florida. Tendrá que adaptarse a asistir p...