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13 de junio

Mandy Spencer se encontraba mirando la televisión cuando el apagón hizo su entrada triunfal. La pantalla quedó negra y la chica supo lo que tenía que hacer. Era lo que había estado practicando durante bastante tiempo. Miró la hora en su reloj de muñeca: las cuatro y media. Era la hora perfecta porque sus padres estarían haciendo la siesta en su habitación. De pronto, una idea le golpeó la mente: las muñecas de porcelana aparecieron en su mente y supo que les daría un buen uso. Subió la escalinata de puntillas y se dirigió a su habitación. Movió la estantería donde tenía los libros y sacó una bolsa que contenía unos guantes. De su cajón sacó el gorro malva que le había regalado su madre semanas atrás. Ya solo faltaba una cosa: se fue a la habitación de invitados donde, un día por la noche, descubrió el cuchillo que su madre había utilizado para matar a su tío. Aun no sabía por qué no lo habían tirado. ¿Era para asegurarse que nunca se encontraría? Nunca lo sabría. Se lo guardó detrás de la camiseta. Había llegado la hora de ejecutar su plan.

Ya estaba preparada para entrar en la habitación del matrimonio. Estos dormían profundamente, ajenos a lo que estaba a punto de sucederles. El primero en despertarse fue su padre, cuando oyó que la puerta se abría lentamente para dejar pasar a su hija. Se enderezó, aun adormecido y le preguntó con la mirada si pasaba algo. Un resquicio de miedo asomó a sus ojos cuando vio cómo su hija sonreía fríamente y cerraba la puerta con el pasador.

-¿Puedes despertar a mamá?-preguntó Mandy, aun con la sonrisa en la cara- Tengo que hablar con vosotros.

El señor Spencer despertó a su mujer. Mandy les pidió que se sentaran en la cama, porque quería resolver algunas dudas que tenía.

-La cosa irá así: os haré preguntas y, si no contestáis, esas horrorosas muñecas de porcelana impactaran en vuestra cara. Estoy bastante enfadada, así que tenéis que portaros bien. ¿Entendido?- los padres de Mandy asintieron con la cabeza, demasiado asustados para hacer otra cosa.

-Empecemos ¿En qué momento decidisteis arrebatarme parte de mi familia?

Ellos se la quedaron mirando, como si no entendieran nada.

-Cariño...- empezó a decir su madre- no sé a qué te refieres.

-Respuesta incorrecta- dijo su hija.

Sin que tuvieran tiempo de reaccionar, les golpeó con dos muñecas. Aunque eran pequeñas, los dejó unos instantes desorientados y, cuando recobraron el sentido, vieron a Mandy recorriendo la habitación, y susurrando para sí misma. Sus miradas se cruzaron y se enviaron un mensaje: tendrían que ir con cuidado.

- ¿Es que sois tan cortos que no me entendéis? ¿Os tengo que hablar como si fuerais unos chiquillos? ¡Contestad a la maldita pregunta de una vez por todas!

-Verás, hija,- comenzó su padre. Supo que tenía que hablarle con pies de plomo porque ese comportamiento lo había visto en su difunto hermano y eso, le asustaba mucho- supongo que te refieres a tío Charlie y a Bryan. Bien, tío Charlie era...

-Tu estúpido tío era un maldito chalado que se había pasado toda la vida haciendo daño a tu padre y que te quiso secuestrar cuando eras pequeña y...- su madre no pudo acabar porque otra muñeca salió volando y le impactó en el labio. Se pasó la mano por la boca y vio sangre. Sabía que no lo había hecho por insultar a su tío, solo se estaba divirtiendo a su costa.

-Escúchame atentamente mamá: no hables así de mi tío. Si no recuerdo mal, él os decía que vosotros erais los secuestradores, no él, porque no me dejabais salir de casa. Puede que con él todo hubiera sido distinto, ¡pero no!, intentasteis que no me volviera loca pero, ¡mirad por dónde! Estoy tan o más loca que tío Charlie. Además, ¿la mentira del hotel?, tuvisteis suerte que me asustara tanto por lo que me habíais contado porque si no, ya hubiera visto que no podía ser creíble. ¿Qué hicisteis con su cadáver?

Nada es lo que pareceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora