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Las semanas iban pasando y aun seguían llegando gatos decapitados. La tensión aun seguía latente pero, de una forma casi morbosa, nos estábamos acostumbrando. Los vecinos no se acercaban a nuestra casa, me parecía que nos tenían miedo... como si fuéramos las responsables de esta situación. Los policías no podían entender cómo llegaban los gatos hasta allí con la vigilancia que había fuera de nuestra casa. Se podía considerar que ese problema pasó a un segundo plano. Lo que preocupaba más a la policía era el extraño vagabundo. Algunas veces por las noches, los policías creían verle pero un momento más tarde, desaparecía. ¿Podría ser que estuviera jugando con nosotros o ya era la imaginación que nos estaba haciendo una mala pasada?

Tía Karen no parecía mejorar. Yo tampoco estaba del todo bien pero había pasado por demasiadas cosas para hundirme. Cada día, Nicole y Leo venían a buscarme para ir al instituto y luego volvíamos a casa juntos. A veces se quedaban a cenar en mi casa y luego veíamos alguna película pero siempre con un ojo puesto en la ventana, por si una sombra oscura aparecía. Cada sentimiento que no podía expresar en voz alta, lo escribía en mi diario personal. En él se encontraban muchos de mis secretos. Lo tenía guardado detrás de mis libros. Al ser más pequeño, podía pasar desapercibido.

Un día que salíamos los tres del instituto, me pareció ver un movimiento por el rabillo del ojo. Leo lo notó y decidió acelerar el paso. Me parecía que unos ojos estaban fijos en mí. Intenté estar despreocupada pero no era la única que notaba la sensación; mis amigos también estaban más tensos de lo normal. Me acompañaron a mi casa y luego ellos se fueron. Era una rutina: nos despedíamos, yo miraba a ambos lados antes de entrar en mi casa y veía cómo Leo ponía un brazo alrededor de su chica, como si de esta manera pudiera protegerla. Muchas veces me sentía culpable de hacerles pasar un mal rato, pero luego me abrazaban y me susurraban que todo saldría bien y, por un momento, me lo creía.

Detective Stevenson

Después de casi cuatro meses con el "Caso Spencer", las autoridades que se encargaron del caso en Tejas me enviaron un sobre en el que se describían unas cámaras encargadas de escanear los rostros de las personas y, las que no estaban fichadas, enviaban un aviso a las autoridades. En un documento se explicaba que esta parte de la información se omitió en el informe a petición de una conocida de la familia, la Sra. Robinson. Decidí llamarla porque lo único que parecía que había en el caso eran interrogantes. Como saltó el contestador le dejé un mensaje: Buenos días, Sra. Robinson. Soy el detective encargado del "Caso Spencer". Le agradecería que me llamara lo antes posible. Le tengo que hacer una pregunta relacionada con el caso. Espero su llamada. Buenos días.

Una hora más tarde, el teléfono de mi escritorio empezó a sonar. Lo cogí y supe que sería la Sra. Robinson. Tenía razón.

-Buenos días, soy la Sra. Angelica Robinson. ¿En qué le puedo ayudar, detective?

-Buenos días, le quería hacer una pregunta relacionada con unas cámaras que no quiso que se nombraran en el informe, ¿por qué?

-Verá detective, hace unos catorce años el Sr. Spencer se encargaba de un caso difícil en el que se juzgaba un peligroso criminal. Era el abogado a favor de la cadena perpetua y por ese motivo recibió numerosas amenazas. Decidió enviar a su familia en un hotel de Luisiana para su seguridad. El problema fue que unos hombres contratados por dicho criminal las encontraron. Mandy estuvo sola por unos minutos y oyó golpes y gritos en el pasillo. Llamó a su madre asustada y esta llamó la policía. Cuando llegaron la encontraron escondida en el baño. Estuvo unos días sin hablar. Todo esto pasó sin que la prensa se enterara, por su seguridad. Solo lo sabían los implicados y yo, porque Sylvia me lo contó. Su marido hizo instalar estas cámaras. Quería que ese detalle no se nombrara porque tenía miedo que se filtrara y que los agresores pensaran que la cámara los había visto. ¿Está bien Mandy?

La Sra. Robinson, como el resto de personas que no fueran próximos a Mandy, no sabía todo lo que estaba pasando. No quería que saliera en la televisión porque a los asesinos de esa clase les gustaban ser el centro de atención. Luego se podían volver más impulsivos y peligrosos.

-Lo está llevando tan bien como puede.- respondí. Luego me despedí de ella y colgué.

Cualquier pequeña duda que pudiera haber tenido sobre quién podrían ser los culpables de toda la decapitación, se esfumó.

Los asesinos buscaban venganza. Querían eliminarla y lo querían hacer de forma lenta. Querían ver el sufrimiento de la pobre chiquilla.

Nada es lo que pareceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora