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A la mañana siguiente me desperté feliz. Dejando de lado todo lo que estaba pasando en mi vida, me encontraba fenomenal. Aunque el día anterior empezó mal, muy mal, al estar con mis amigos parecía que nada había pasado. Decidí estar todo el día con mi tía porque Nicole iba a quedar con su novio en el parque. Le llevé el almuerzo a la cama. Su aspecto no parecía mejorar. Se encontraba muy pálida y fatigada. Los somníferos que se tomaba parecían ser de lo más fuertes porque siempre tardaba un montón en despertarse, aunque ella dijera que eran de los más flojos. Además había adelgazado mucho. A veces me sentía culpable por su estado porque sabía que yo era la causa principal. En pocos meses se encontraba sin su hermana, sin cuñado y con una adolescente acosada por los posibles asesinos. No trabajaba porque tenía dinero suficiente como para vivir cómodamente el resto de su vida, gracias a la herencia de sus padres, aunque como había estudiado para enfermera si alguna vez el hospital necesitaba ayuda urgente, podían contar con ella. Tampoco tenía pareja porque decía que el amor nunca había ido con ella. Prefería estar sola, de este modo no necesitaba dar ninguna explicación.

Detective Stevenson

A las nueve de la mañana recibí un mensaje de mi hija que decía que Leo le había enviado un whatsapp a la una de la madrugada para quedar en su casa hacia las diez porque tenían que hablar de un asunto importante. Estaba bastante preocupado porque cuando alguien te dice que quiere hablar contigo... no es nada bueno. Como mi hija nunca se acordaba de cargar el móvil, justo ahora lo acababa de ver. Me envió otro mensaje que Leo le había enviado. Decía que no era sobre ellos, que podía estar tranquila. Suerte que su novio la conoce bien, pensé. Me dijo que iba hacia su casa.

Al cabo de una hora, mi teléfono empezó a sonar. Era el número de Nicole.

-Hola cariño. ¿Cómo ha ido?- le pregunté.

-¿Pa- papá?- sus sollozos casi impidieron oírla.

-¿Nicole, qué pasa?- pregunté alarmado. Hice un gesto a uno de mis hombres para que se acercara.

-Yo...- pude oír cómo se sorbía la nariz e intentaba no llorar, aunque parecía imposible- estoy en casa de Leo... en su garaje- su voz cada vez más difícil de entender- está muerto.

Esta noticia me golpeó justo en el pecho. Con gestos, indiqué a mis hombres que se fueran hacia allí mientras los sollozos y los gritos de Nicole se oían cada vez más.

Nada es lo que pareceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora