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El instituto se encontraba a una media hora de la urbanización. Era un gran edificio de ladrillo rojo. La secretaría se encontraba en el lado derecho de la entrada, una sala grande con mostrador de vidrio y diez sillas negras. La secretaria, Cloe, una mujer con canas y de aspecto afable, me dio la bienvenida. Cuando tía Karen firmó todos los papeles necesarios, Cloe nos indicó que nos esperásemos porque el director nos quería decir algo. Cinco minutos después salió un hombre calvo y con bigote. Era bajo y con barriga y eso le confería un aspecto muy gracioso. Nos hizo entrar en su sala y dio el típico discurso de bienvenida añadiendo, que no hacía falta, su pésame. Como si él supiera lo que sentía. Además me dio la oportunidad de ir a un psicólogo del instituto para poder hablar sobre el tema. Karen le dio las gracias y nos fuimos otra vez a su casa.

-Has cerrado con llave, ¿verdad?- le pregunté. Era la pregunta que le hacía siempre después de salir y después de entrar. Necesitaba estar segura que no entraría nadie.

-No te preocupes cariño, ya lo he hecho.

Me fui a mi habitación, cerré la puerta y me estiré a la cama. Llevaba unos días intentando llorar pero no salía ninguna lágrima. Me parece que lloré tanto cuando descubrí los cadáveres que ahora no salía nada. Eso me preocupaba porque no estaba triste ni deprimida. Me encontraba en un estado de indiferencia que, a veces, me asustaba.

Los días transcurrieron con absoluta normalidad hasta el primer día de clase, el 7 de setiembre. Bajé del coche con los nervios a flor de piel. Algunas caras me miraban con cara de pena. Sabían quién era. Mi primera clase era de inglés, con el señor Roberts. Decidí sentarme en la última fila para evitar el contacto visual con los otros alumnos. No funcionó. Mientras la clase seguía su rumbo, oía pequeñas conversaciones.

-No puede ser que Mandy Spencer esté en nuestra clase, tía.

-Su familia está muerta. Incluso mataron el perro. Por lo que he oído, está con su tía.

Antes de acabar la clase ya tenía un mote: La rica de los padres muertos. Solo decir que a) es poco original y b) es muy de mal gusto pero me parecía que sus neuronas se habían quemado tomando demasiado el Sol.

Las siguientes clases fueron una tortura. Solo tenía ganas de hacerme una bolita y esconderme. Pero pareció que la hora de la comida mejoró cuando vinieron a mí una chica y un chico muy acaramelados. La chica se presentó como Nicole Stevenson. Era una pelirroja bajita con los ojos verde esmeralda. Era esbelta y caminaba con mucha gracia. Su novio se llamaba Leonard, Leo, Reynolds. Era un muchacho delgado con unos impresionantes ojos azules y con el pelo rubio rizado. Me invitaron a comer a su mesa y no me lo podía creer. Muchos me miraban con cara de pena pero eso sí, no hacían ningún esfuerzo en mantener una conversación conmigo a no ser que quisieran saber algún detalle de lo que pasó. Como si a mí me gustara hablar de aquello.

-Mira-empezó a decir Nicole- sé quién eres y lo que te ha pasado. La cosa irá así: si no quieres hablar del tema, perfecto, hablaremos de otros temas menos de este; pero si un día quieres hablar con alguno de nosotros, estaremos aquí para ti. ¿De acuerdo? Pues seamos los tres amigos.- esta chica era...

- Te acostumbrarás a su excesiva felicidad, no te preocupes- dijo Leo, guiñándome un ojo.

A partir de entonces, parecía que la vida empezaba a volver a comenzar. Iba cada día al psicólogo, aunque el único que hablaba era él; tenía amigos, los estudiantes empezaban a pasar de mí... Todo había cambiado.

Detective Stevenson

Era oficial. El caso me estaba volviendo loco. Quería solucionarlo para darle al menos una buena noticia a la hija pero mis hombres eran unos malditos incompetentes.

Por lo que parece ser, no tenían alarmas, cosa bastante estúpida, porque las joyas tenían un valor de dos millones de dólares y en la caja fuerte había una cantidad de quince millones. Tener alarmas sería lo mejor pero parece ser que confiaban mucho en el perro, como afirmó una amiga de la familia. También dijo que llevaban unos días que se producían constantemente pequeños robos usando la fuerza. No entendía a la familia. Si ellos sabían que había robos, ¿por qué no pondrían una alarma?

El caso estaba estancado.

El sonido de mi teléfono me sacó de mi trance. Era Nicole.

-¡Hola papá! ¿Vienes a cenar?-

-Sí hija.

- De acuerdo. No te comas el coco con el caso, ¿de acuerdo?

Colgó antes de que le mintiera. "Chica lista", pensé con una sonrisa.

Por lo que me había dicho hace unas semanas antes, parecía que se llevaba muy bien con Mandy Spencer y me dijo que la veía más bien.

Solo esperaba que la tranquilidad permaneciera.

Nada es lo que pareceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora