Capítulo 2:
Mi padre.
Alto y fuerte, cabello castaño, trabajador, inteligente, amoroso, honesto, responsable, entre muchas otras cosas, un perfecto caballero, sin embargo, al observarlo de cerca podías notar las grietas, lograbas ver el hombre solitario que era, un padre que había perdido a su esposa, a quien amaba profundamente.
Ahora solo nos teníamos el uno al otro. Mi padre nació en Londres, pero vivió muchos años en España y la única familia que le quedaba era mi abuelo, aunque mantenían muy poco contacto, él aún vivía en Madrid; por ende yo era todo su mundo; ese sencillo hecho nos volvió cada día más unidos.
Desde pequeña mi padre y yo manteníamos una excelente relación, en primavera seguíamos apoyando las salas comunitarias.
Cada otoño solíamos ir al parque y veíamos caer las hojas, él corría conmigo cuando nadie más nos observaba. Trabajaba mucho, pero siempre que estaba en casa todo su tiempo era solo para mí.
Cuando murió mi madre, fue como si se hubiera llevado una parte de él y una mía, la casa ya no se sentía como un hogar, no estaba esa fuerte risa, esos olores deliciosos en la cocina, esa luz y ese brillo que lograba transmitir ella; era como si todo se hubiese sumido en una oscuridad, que solo tiene un rayito de luz al final luchando por sobrevivir, eso se siente cuando se va alguien que realmente amas.
Y es que comienza la mente a tener una seria batalla; quieres estar triste, te sientes molesto, frustrado, con ganas de explotar, lloras, gritas y al segundo ya no sientes nada, absolutamente nada y de repente piensas en cómo le gustaría a quien falleció que fueses feliz, y te dan ganas de sonreír, entonces comienzas a llorar otra vez, es como una especie de huracán de emociones guerreando.
Y esto continúa hasta que en algún punto al fin aceptas que la persona que amas no está de viaje, no está dormida, realmente murió, falleció, se fue, dejó de existir, no es muy agradable, pero a la vez, convencerse de la realidad hace que uno logre sentir cierta calma, ya que inconscientemente la mente comienza ahora a analizar la situación y a cooperar para que salgas adelante.
Honestamente, pienso que hasta que una persona no enfrenta lo que ocurrió, no es capaz de desahogarse y seguir con su vida; lamentablemente, es un proceso que varía de una persona a otra y no es fácil de llevar, créanme lo comprobé yo misma.
Mi padre luchó por no perder su espíritu, ánimo y carisma conmigo, pero le era muy complicado con los demás y yo podía notarlo; algo en él se había quebrado y jamás volvería a ser el mismo.
Una semana después de la muerte de mamá, un día subió al estudio que era de ella, sin pensarlo, cerró de golpe aquel ventanal que siempre había estado iluminando, colocó las cortinas, dando oscuridad al cuarto y salió cerrando la puerta, se detuvo en mi habitación y me dijo: "puedes tomar lo que desees de las pertenencias de tu madre que están en nuestra alcoba, separa lo que se donará a la sala comunitaria y lo que conservarás para ti".
Su tono de voz no fue de mi agrado, pero sabía que él no estaba bien, así que traté de ignorar aquello; más bien fui a la habitación y comencé a registrar en los cajones, viendo sus joyas, ropa, y otras pertenencias que aún conservaban su dulce aroma, no podía creer que tuviese que hacer eso. No tuve oportunidad de escoger aceptar que se había ido, el momento me obligó a hacerlo, así que coloqué en tres grupos sus cosas y al rato papá vino en mi ayuda, un poco más calmado.
Al terminar, metimos en cajas las cosas que serían guardadas, las llevamos al estudio y las dejó allí dentro, cerrando esta vez con llave la puerta.
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Llévame Contigo
Ficção HistóricaLa señorita Kida James, una joven de 19 años, lleva una vida tranquila en Wandsworth, Londres, en 1880. Inteligente, valiente y apasionada por la literatura y la pintura, Kida ha pasado gran parte de su vida comunicándose con seres queridos a través...