Una bestia siempre será una bestia

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Banner publicitario (espero que les guste) y canción Tomorrow de Avril Lavigne, les recomiendo que la escuchen mientras lean porque tiene relación con la historia (lean la letra también)

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"Bella era la hija menor de un rico comerciante. La más buena, la más bella y la más sencilla. Muchos hombres querían casarse con ella pero jamás conseguían conquistar su corazón. Un día, su padre se fue en un largo viaje y preguntó a cada hija que quería que le trajera, Bella pidió una rosa blanca. Su padre como quería lo mejor para su hija, buscó la rosa más bonita y la halló en un castillo abandonado. Pero para su desgracia, no estaba tan desierto como en un principio parecía: una gran bestia vivía en su interior y llena de rabia por el robo de una de sus bellísimas flores, le exigió al pobre comerciante que le entregara a una de sus hijas. Bella, al enterarse de lo ocurrido, se puso voluntaria en el acto ya que se sentía culpable. Nunca pensó que aquella bestia que tanto odio parecía desprender, fuera en realidad un príncipe que por un maleficio, le impidió que ninguna muchacha se enamorara de él..."

Rosas, todo olía a rosas. El cuarto, su ropa, hasta su pelo olía a ese perfume dulzón y embriagador que parecía salir por todos los rincones. Aunque la verdad, no sabía por qué se sorprendía, él había llenado todo de rosas. Cada sala, cada jarrón, cada minúsculo centímetro del jardín tenía esas rosas blancas. Pensar en él, la hacía estremecerse, no podía evitar sentir aversión por aquel hombre que la mantenía encerrada en ese castillo, observándola cuando creía que ella no era consciente de su presencia. Aunque no fuera así. Y a pesar de todo, jamás quiso escapar, de alguna forma siempre pensó que él cambiaría.

Lo sentía, no lo oía ni lo veía, pero podía oler aquel aroma que salía de él. El mismo que ahora perfumaba todo cuanto tocaba y que no era más que un disfraz, que ocultaba el verdadero hedor a muerte que rondaba su alrededor. Porque eso era él, un muerto en vida, intentando que una niña llena de vitalidad le devolviera lo que había perdido en el pasado.

Pero ni ella era la princesa salvadora, ni él, el príncipe encantado.

Su nombre, Bella, estaba muy lejos de ser acertado. No era bella, ni por fuera ni por dentro. Lo sabía y lo aceptaba, no era más que una niña pija hija de un rico que ni siquiera tenía el rastro de la hermosura y encanto de sus hermanas. No era buena si no caprichosa, no dudaba de ello y sabía que tarde o temprano le traería problemas.

Pero nunca pensó que la primera vez que quiso ser sencilla, terminara en aquel lugar.

Solo había pedido una rosa. Ni de cristal, ni de piedras preciosas. Una simple rosa, pero claro, su propia naturaleza había terminado por encapricharla por una que no podía tener. Después de todo, en un desierto no crecen rosas y jamás lo harían.

Bella bufó y se levantó de aquella cama de encaje, impregnada de esa maldita fragancia. Se acercó al espejo resquebrajado y miró su reflejo. No le gustaba lo que este le devolvía, nunca lo hizo, pero ahora menos que antes. Ni los polvos, ni los vestidos, ni el perfume de rosas podían hacer de ella una verdadera princesa. No iba a negarlo, la mona aunque se vista de seda, mona se queda.

Pero él nunca lo aceptó, y seguramente tampoco se daría cuenta en un futuro próximo. Sin embargo, algún día lo haría, se cansaría de esperar y por fin podría morir en paz.

Porque hacía tiempo que había dejado de vivir, esperando algún cambio que nunca se produciría.

Ni los golpes, ni el encierro, ni los abusos fueron la causa, no. Fueron sus propios sueños. Los sueños de una niña que quería ser una princesa, que deseaba tener un príncipe azul. No se ilusionó con un chico perfecto, solo quería alguien que la valorara, que viera la poca belleza que tenía.

Lo consiguió, pero no como ella quería.

No fue su aspecto monstruoso lo que hizo tenerle asco, por lo menos no después de un tiempo, no, fue que él veía algo en ella que no era real.

Jamás la trató como una princesa, ¿el por qué? Ella lo tenía claro: no era suficiente lo que poesía en su interior, para aplacar unos anhelos que nada podía curar.

No murió ese día, ni tampoco el siguiente, pero lo hizo.

Ningún beso o lágrimas pudieron apiadar a la bestia que un día fue un hombre encantador, al que sin quererlo, terminó por amar una joven que una vez deseó ser su princesa.


Porque los cuentos en la vida real no tienen finales felices

Y el amor no es suficiente para cambiar a alguien que no quiere ser cambiado.

Las lágrimas muertas del sauce  #Ganadora de los WowAwards2015Donde viven las historias. Descúbrelo ahora