Después de muchas semanas, os traigo una nueva historia.
Creo que es un poco diferente a los que suelo traer, más que nada por la propia personalidad del personaje.
Espero que les guste.Canción del multimedia: Youth de Daughter
Ella recordaba, o al menos lo intentaba. Sin embargo, no podía decir lo mismo de la gente que la rodeaba. Ellos sí que hacía tiempo que habían olvidado.
A pesar de que ya no eran más que evocaciones de un pasado mejor, durante mucho tiempo habría hecho cualquier cosa con tal de poder borrarlos de su mente. Siempre presentes, siempre atormentándola.
Mientras caminaba por las calles frías, invisible ante los ojos de los transeúntes, pensaba, o mejor dicho, intentaba no pensar en los pinchazos que amenazaban sus dedos desnudos. Sus guantes, su más preciado objeto, habían desaparecido aquello mañana sin dejar rastro. Ahora no le quedaba más que vacío y añoranza.
Con cansancio, se sentó en un banco de piedra, de los muchos que había lo largo del paseo. Observó sus manos y trató de calentarlas con el poco calor que salía de sus labios amoratados. De nuevo, se lamentó.
Aunque no por su suerte, si no por haber gastado mal su último fósforo.
Fue caprichosa, lo reconocía, pero para quien no tiene nada, poder tenerlo todo aunque sea por un segundo, era como un sueño. Un deseo maldito, un regalo que no debió nunca aceptar.
Pateó la nieve que ya comenzaba a cuajar a su alrededor, frustrada por su mala suerte. Lo había tenido todo y ahora no tenía...
Nada.
Alzó la cabeza y vio caer la nieve, pequeños puntos blancos en el cielo rojo del atardecer. Copos con forma de estrella, copos que eran libres hasta que sus escasos minutos de vida, chocaban contra el suelo.
Como ella. Ella... Ella...
No, no eran como ella. Porque ella no había aceptado su destino, no había disfrutado de los pequeños segundos de libertad. Había querido más y más. Hasta que todo se rompió en mil pedazos.
De pronto, sintió como alguien se sentaba a su lado. No se molestó en girarse, estaba acostumbrada a que los vivos no la vieran.
― ¿Qué hace una hermosa joven sentada sola en un día tan especial?
Dio un brinco al oír la voz. Esta vez sí que se giró, que le hablaran no pasaba todos los días. A su lado, había una mujer mayor, con los cabellos plateados al viento y como única prenda, un pijama verde de hospital.
― ¿Y bien?― insistió la mujer.
― Es una historia muy larga... No quiero aburrirla con historias de niñas caprichosas― respondió.
― Bueno, llevo todo el día aburrida, una buena conversación no me hará ningún mal.
― Bueno... Está bien:
<< Érase una vez una muchacha que vivía en un mundo perfecto: era hermosa, vivía en un palacio de ensueños, todo el mundo la quería y allí por donde pasaba le hacían reverencias. Pero tenía un defecto, casi insignificante, pero que la terminaría llevando a la ruina: Era muy caprichosa.
Nunca tuvo mayor problema con este defecto, pues todo lo que le solicitaba, le era concedido. Hasta aquel día.
Aquel día en el que se enamoró de una persona que no estaba destinada a ella. Y nada del mundo iba a cambiar esto. Sin embargo, ella no estaba acostumbrada a que sus deseos no se concediesen y... >>
― ¿Y?― preguntó expectante la otra mujer.
― Tomó la peor de las decisiones. Termino con su vida para que su deseo se hiciera realidad... No obstante, no se dio cuenta de que aquel deseo solo duraría lo que tarda en consumirse un fósforo. Y que cuando volviera a amanecer, todo se habría convertido en polvo. Ahora, tiene que pagar por haber usado erróneamente su deseo y vagará eternamente, viendo como poco a poco todos la olviden y viven felices sin ella.
― ¡Oh! ¡Eso es horrible!― murmuró la mujer mientras comenzaba a rebuscar en los escasos bolsillos de su ropa. Finalmente, sonrió victoriosa mostrando un pequeño objeto.― Lo encontré tirado en el suelo del hospital y no soporto que haya porquería por el suelo. Iba a tirarlo... pero no encontré ninguna papelera. Tal vez, te ayude.
Ella sonrió, emocionada, mientras con sus dedos fríos cogía el pequeño fósforo que la mujer le mostraba. Cuando lo tuvo en sus dedos, cerró los ojos y pidió aquel ansiado deseo.
De pronto, sintió algo caliente en sus dedos, observó que los guantes que habían desaparecido durante la mañana, volvían a estar de nuevo puestos en sus manos.
Sonrió a la mujer, esta la observó sorprendida a la vez que comenzaba a perder el calor de su cuerpo.
― Se me olvidó decir que aquel deseo, era el único modo de pasar al más allá. Bienvenida a las tinieblas
Sin más, se levantó de aquel banco frío y comenzó a caminar bajo el manto de la noche. Ya era tarde, y su deseo solo duraría el tiempo que aquella luz portada en sus manos, tardara en consumirse.
Caprichosa era... Y Caprichosa seguiría siéndolo.
Esta ha sido la historia de la Princesa Caprichosa.
Espero que hayan entendido a donde quise llegar. Pero bueno, lo explicaré brevemente por si les interesa: la chica está muerta, utilizó su fósforo (que representa un deseo) para lo que quería y no se dio cuenta que éste era la única forma para poder descansar. Así que debe vivir eternamente alimentándose de las almas del resto de muertos que están esperando para poder descansar.
El fósforo es una metáfora, significa la energía interna de la persona. Nuestro personaje la utilizó mal y por lo tanto es castigada a robarle la luz al resto para poder "sobrevivir".Espero que les haya gustado.
-Polillas-
ESTÁS LEYENDO
Las lágrimas muertas del sauce #Ganadora de los WowAwards2015
Short StoryGanadora de los WowAwards2015 en la categoría ciencia ficción/fantasía --Actualmente escribiendo la cuarta parte: Hasta donde mis lágrimas lleguen- Dejé caer mis lágrimas una vez más, preguntándome cuando sería la última de todas. Tal vez, eso jam...