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Catorce.
Penúltimo Capítulo.

Las noticias habían comenzado a espandirse, como era de suponerse, mi padre me subió de puesto.

Habían pasado ya tres días desde que Ross estaba tras las rejas de la comisaría, en un día, lo trasladarían a la cárcel. Por unos 30 años, según lo que escuche

-Aún no puedo creer que haz estado haciendo todo esto tu sola, _______.

Dijo mi padre sonriendo.
Sonreí.

-Hailee estuvo ayudándome...

-Lo se, pero es que realmente me haz sorprendido.

Bebí un poco de mi botella de agua y me dirigí hacia la celda de Ross.

Estaba allí, estado en la incómoda cómoda aún con esposas, su miraba no era de odio ni rencor, solo era de tristeza y decepción.

Mi corazón comenzó a latir más fuerte.
Los sentimientos no habían pasado como supuse que sería.

Yo solo quise atrapar al gran Ross Lynch para que mi padre se enorgullezca de mi por primera vez.

No por mi propia voluntad...
Y aunque suene extraño y casi imposible, me arrepiento.

Ross no come, no habla, y ni siquiera bebe agua.

Jalé una silla y me senté delante de la celda llamando su atención.

-No haz comido nada en 3 días, me sorprende que no hayas muerto.

Dije algo seca.
Ross ignoro mis palabras y siguió mirando al piso.

Fruncí el ceño.

-Ross... tienes que...

-No quiero comer.

Me interrumpió lleno de tristeza.
Cerré mis ojos lentamente, suspiré e hice muchos esfuerzos por no soltar ni una lágrima.

No me gustaba verlo así...
Joder... soy una perra...
¿Cómo se me ocurrió hacer esto?

-No sobrevivirás en la cárcel si es que no comes.

-Eso es lo que tu quieres, ¿Verdad?

Me miro a los ojos.
Sus ojos estaba apagados, pequeñas ojeras estaban debajo de sus párpados.

Bufé interiormente.

-Ross... yo no quiero que...

-¡Ya deja de hablarme! -Gritó-. ¿¡No ves que solo me haces daño!?

Volvió a gritar mientras que sus manos recorrían su rostro con algo de dificultad, las cadenas seguían allí, estorbando.

Despeine un poco mi cabello. Me levanté de la silla y me dirigí hacia donde estaba mi padre.

Arreglaba todo para salir de una vez de allí.

-Jack -Llamo mi padre-. Mañana tengo unas cosas que hacer desde el medio día hasta media noche, así que tu te encargarás de cerrar esto.

Jack asintió.
Agarro las llaves de la comisaría y salió por la puerta principal.

Fruncí mi ceño al ver que mi padre se dirigía hacia la celda de Ross.

-¿Qué haces?

-No volveré a ver a Lynch nunca jamás... Necesito decirle unas cosas...

Lo seguí rápidamente.
Me coloque detrás de él.

Abrí los ojos como platos al darme cuenta que Ross lloraba silenciosamente

-¿Lloras, Lynch?

Pregunto mi padre sarcásticamente.
Ross se secó las lágrimas y me miro a los ojos.

-Te lo mereces... Maldito pendejo...

Musito mi padre.

-No lloro por esto.

Respondió con la voz algo melancólica.
Fruncí el ceño y me cruce de brazos.

Mi padre dio una carcajada.

-¿Y por que lloras entonces idiota?

Ross dirigió su mirada hacia mí,
Sus bellos ojos me hipnotizaron.

-Lamentablemente cometí el error de enamorarme de la persona menos indicada que he podido conocer.

Murmuró apretando los dientes mientras seguía mirándome, podría ver en sus ojos decepción.

Una lágrima corrió por mi mejilla.
No podía dejarlo así...

Tenía que arreglar las cosas de una maldita vez.

***
¡Habrá segunda temporada!
El siguiente capítulo no se lo pierdan por nada del mundo! Les encantará

Encubierta | Ross LynchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora