Capítulo 4: Cambios en la oficina.

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Cuando regresé al trabajo después de mi viaje a Japón, el Sr. Peterson me invadió con muchas preguntas como: ¿Te gustó Japón? ¿Fuiste al festival? ¿Qué tal el hotel? ¿Cómo estuvo la junta? Y la que más nerviosa me puso: ¿Qué piensas de mi hijo? Ante esta pregunta me volví un desastre, pero profesionalmente le contesté que no tuve el placer de conocerlo más allá de la junta, haciendo que el Sr. Peterson se quejara diciendo: "Ese James, pudo invitarte a cenar después de la junta". Claro que no le dije que James me había invitado a desayunar y mucho menos nuestro encuentro... ¿Se podía decir amoroso?

Un mes luego de mi viaje a Japón, llegué tarde al trabajo por culpa de mi madre. Quería que la llevara a una cita médica antes de ir al trabajo y se tardó arreglándose, ni que fuera a una entrevista de trabajo. Cuando llegué a mi escritorio me encontré con una nota del Sr. Peterson que decía: "Cuando llegues pasa por mi oficina". Este era mi final. Me regañaría por llegar tarde. Inmediatamente entré por las puertas de su oficina y sin si quiera esperar a que saludara o hablara, pedí disculpas. -Lamento llegar tarde señor. Mi madre me pidió que la llevara a una cita médica y me cogió tarde.

-No te preocupes, esa cosas pasan. Después que no te pida el favor todos los días estamos bien.- El Sr. Peterson tomaba su café de las mañanas parado al lado del gran ventanal. Fue entonces cuando me fijé que había alguien sentado en su escritorio firmando unos papeles. Y cuando vi quien era no pude evitar sonrojarme. -James, ¿Te acuerdas de Emma?- Le preguntó logrando captar su atención. Estaba tan envuelto en los papeles que no se había percatado de mi presencia. 

Me miró con la misma sonrisa pícara de Japón y solo quise tirarle encima el café de su padre. -Claro, como olvidarla después que rechazó mi oferta de desayunar juntos.- ¡No lo había dicho! ¿Se vengaría de mi? 

-¿Lo hiciste?- Me preguntó el Sr. Peterson. 

-Sí señor, no tenía hambre.- Le mentí. Y eso solo provocó que la sonrisa de James se hiciera más amplia. ¿Acaso me desmentiría? 

-En ese caso, debiste invitarla a cenar más tarde.- El Sr. Peterson no se daba por vencido. 

-Sí, debí hacerlo. Pero se me pasó.- Le mintió aun sonriendo. 

-Ya no importa. La razón por la cual James está aquí es porque de ahora en adelante él tomará mi puesto.- ¿Qué había dicho?

-¿Su puesto?- Le pregunté sorprendida. 

-Te había dicho que muy pronto mi hijo tomaría el mando en la empresa. No lo tendrá por completo, aun mando yo, pero para que se vaya acostumbrando lo quiero aquí en la oficina. Vendré una vez a la semana para asegurarme que todo esté en orden. Y por su puesto, tú serás su secretaria.- No podía creerlo. Estaba anonada con la noticia, pero al parecer era la única que recibía malas noticias porque los dos Peterson sonreían abiertamente. Uno feliz y el otro como si hubiera ganado una batalla contra mi. 

Decidí contestarle profesionalmente. -De acuerdo señor. Será un placer trabajar con su hijo.- Les dije sonriendo, pero eso solo hizo que James sonriera más. Parecía que se echaría a reír en cualquier momento. 

-El placer es mio.- Me contestó.

-Bueno, lo dejo en tus manos.- Me dijo el Sr. Peterson antes de salir de la que era su oficina. Miré a James y al ver que siguió con su trabajo salí de la oficina y me dirigí a mi escritorio. No podía creérmelo, tenía un mal día. 

Pero si pensé que ese sería el peor día era porque no había vivido los otros. Me llamaba por puras estupideces. Me llamaba para: Que le hiciera café, le comprara desayuno, le comprara almuerzo, lo acompañara almorzar, le comprara cosas, le contara como pasé los fines de semana y para que le contestara sus e-mails personales. Nunca me mandaba hacer mi trabajo, no escribía memorandos ni llenaba documentos. ¡Quería mi trabajo de vuelta!

Una mañana me llamó y me pidió que entrara a la oficina. Cuando entré dejó de leer unos papeles y me puso toda su atención. -Cierra las puertas.- Y como pidió eso hice. -Ven acércate.- Me paré frente a su escritorio, pero me hizo señas con su mano que se refería a que me parara a su lado. Una vez parada a su lado, volteó la silla hacia mi dirección y se quejó. -Tengo tanto trabajo.

-Si me dejara ayudarlo con su trabajo y me dejara hacer mi trabajo no tendría tanto porqué hacer.- Al parecer mi comentario no le interesó mucho porque cogió un bolígrafo y comenzó a darle vueltas entre sus dedos. 

-¿Qué tipos de trabajo te mandaba hacer mi padre?

-Pues los usuales. Car- No pude terminar de hablar porque me interrumpió. 

-¿Los usuales?

-.- 

-¿Así que ayudabas a mi padre con el estrés?- Me preguntó muy serio. 

-¿Qué?- Fue todo lo que pude decir. ¿¡Qué estaba insinuando este idiota!?

James se paró de su silla y muy cerca de mi cara me dijo. -Te pregunté, ¿Que si tenías sexo con mi padre?

-¡Claro que no! ¿Qué diablos te pasa?- Le pregunté muy ofendida por su pregunta. 

James soltó un suspiro y me sonrío de lado. -Debo confesarte que no estoy seguro si me molestaba más que mi padre le fuera infiel a mi madre o que te pudiera tocar cuando le diera la gana.- Después de decirme su "confesión" me sentó en su escritorio. 

-¿Qué haces?

-Me gustaría pensar que solo conmigo haces esas cosas.- ¿Estaba insinuando que haría esas cosas con él? ¿Y peor aun en el trabajo? 

-Déjame bajar.- Le dije, pero James me ignoró. Colocó su mano en mi pierna y comenzó a subir lentamente por debajo de mi falda. -¡James no!

-Sr. Peterson en el trabajo.- Me susurró en el oído. Esa forma de susurrarme me volvía... ¡No! Estábamos en el trabajo, el Sr. Peterson podía entrar por las puertas de esa oficina. El nunca venía en días específicos a la semana, venía aleatoriamente. No quería arriesgar mi trabajo solo porque a su hijo le entraban ganas de soltar su estrés conmigo. 

-¡James ya!- Le grité mientras le plantaba una cachetada en la mejilla izquierda. 

El suspiró y luego me dejó espacio para que pudiera bajarme. -Vete.- Me dijo notoriamente molesto.

No esperé que me lo volviera a repetir y salí lo más rápido que pude de aquella oficina. No dejaría que pensara que podía ser su juguetito del trabajo. Probablemente tendría muchas chicas para eso cuando saliera y yo no sería una de ellas. 

Esa misma tarde cuando el "Sr. Peterson" salió de su oficina, me dejó unos documentos que quería que llenara. ¡Por fin podía hacer mi trabajo! Al parecer tenía que ser fuerte con él. -Lo quiero para mañana en la mañana.- Me dijo y asentí, pero tan rápido como asentí caí en cuenta que al siguiente día sería sábado. Ninguno de los dos trabajábamos los sábados. 

-Pero, mañana es sábado.- Le dejé saber. 

-Lo sé, por lo tanto le espero en mi casa señorita Donson.- Y sin decir más desapareció. ¿Su casa? Nunca había ido a la casa del Sr. Peterson. Sabía que vivía bajo el mismo techo porque me dejó su información para que llenara el documento y era la misma dirección que su padre... Ni siquiera sabía llegar a ese sitio. 


***

James.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora