Prólogo

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Llevé de nuevo el vaso a mi boca, sentí el sabor amargo del whisky deslizarse por mi boca y sortear sobre mis papilas gustativas, no tenía la menor idea de por qué lo tomaba, solo quería tener algo de distracción

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Llevé de nuevo el vaso a mi boca, sentí el sabor amargo del whisky deslizarse por mi boca y sortear sobre mis papilas gustativas, no tenía la menor idea de por qué lo tomaba, solo quería tener algo de distracción.

Sonreí para mí mismo, tenía en mente quién sería una perfecta distracción, estaba seguro de que ella podría elevar mi mente y desconectarme del mundo y no me importaría menos.

Mis dedos rebotaron sobre la barra del bar siguiendo el ritmo de la canción, miré por todo el lugar buscándola a ella, debía estar entre el mar de blanco y negro que la gente vestía, sus disfraces no tenían otra tonalidad, la temática de la fiesta se los impedía. Otro trago más y seguí con lo planeado, ella era la única razón de que estuviera allí, en medio de tanta gente que no era de mi agrado, y más con sus desagradables atuendos, entendía que era una fiesta de disfraces, pero eso no indicaba que se debía perder la clase para encajar.

Una pelirroja me miraba y se pasaba la lengua "provocativamente" por los labios, solo nauseas tuve, no era mi tipo y estaba seguro que yo no era el de ella, pero parecía que para follar cualquier hueco y palo sirven.

Un escalofrío recorrió mi nuca haciendo que tuviera que llevar la mano allí para intentar hacer desaparecer la sensación.

Unas manos frías fueron puestas directamente debajo de mi pasamontañas, tomaron el borde de este y lo comenzaron a subir. Deje rápidamente el vaso en la barra antes de tomar ambas manos y llevarlas a mi boca, con mi lengua saboree su palma, hice círculos en medio de ella y la sentí temblar, no debía buscarla más, ella me había encontrado.

—Eres tú— no era una pregunta, sonreí con satisfacción, Amelie sabía quién era —¿Qué haces aquí?— estaba susurrando en mi oído, aunque la música estaba alta ella no tenía necesidad de acercarse tanto, pero estaba complacido de que lo hiciera.

No respondí, simplemente di media vuelta para encontrarme con sus ojos chocolate mirándome, alcé la comisura de mis labios al ver su atuendo blanco y sus alas, era un ángel en todos los sentidos, incluso aunque ella lo negara. No me sorprendió que eligiera vestir de blanco y yo de negro, esos siempre serían nuestros papeles, aunque, mezclados podríamos hacer un increíble gris.

—Siempre fuiste un hombre de pocas palabras— asentí, ella me dejaba sin palabras, no encontraba la adecuada para describirla.

¿Cómo describir lo indescriptible?

Ella tomó la copa que estaba en la barra junto a mi vaso, la llevó a sus labios y sin proponérselo hizo que mi miembro palpitara, la forma en que su boca se presionaba en el cristal, en cómo el líquido parecía desear ser consumido por ella. Maldije en mi foro interno, era la criatura más sensual que hubiera visto.

Imité su acción tratando de distraerme y no ir directo a lo que quería, aunque la forma en cómo me presionaba sus muslos no dejaba duda de que ella también estaba ansiosa.

—¿Me das?— señaló el vaso en mi mano.

Miré la copa en su mano, el cóctel probablemente era dulce, no era una buena combinación, tendría malestar a la mañana siguiente, y no la quería quejumbrosa.

Negué con la cabeza antes de terminarlo del todo, me miró mal, pero la sonrisa de picardía no se iba de ella. Me acerqué a su oído y susurré.

—Estoy cuidando de ti— me alejé y la vi morder su labio y negó con la cabeza antes de reír suavemente, Amelie no sabía lo que estaba haciéndome.

—Eres el primero— fruncí el ceño sin comprender —Que quiere cuidarme— dijo con voz melancólica, apreté mis puños, la rabia me consumía, sentirla tan vulnerable me hacía sentir una escoria.

Puse mi mano en su mejilla y la acaricie suavemente, si tan solo supiera que esa era una gran mentira. Como un gatito se deslizó contra mi piel, de repente los pantalones me estorbaban. Me incliné y besé su mejilla haciendo una silenciosa promesa.

Sus ojos brillaban al mirarme, su piel se sonrojó y su pecho comenzó a subir y bajar notablemente, estaba excitada, no había duda de ello.

Tomé su mano y la guíe fuera de allí, era tiempo de llevar las cosas al siguiente nivel.

—¡Espera!— sus pies se anclaron en el suelo haciéndome detener una vez en la puerta del local, la música era un murmullo y solo dos personas más estaban allí —¿Al fin sabré quien eres?— me miraba a la cara sin perderse ningún detalle de mi expresión, lástima que lo único que podría ver son mis ojos y la sonrisa que se formó en mi boca.

—Vas a saber mucho más que eso.


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