Capítulo 1.

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Emily.

Paseé mi mirada por mi habitación. No había podido dormir en toda la noche, pero, ¿cómo hacerlo si hoy era el día en el cuál íbamos a Hogwarts? Había leído todas mis revistas de quidditch (los Chudley Cannons son el mejor equipo de todo el mundo mágico), organizado mi ropa (¿meterla revuelta en el baúl cuenta, no?) y dado de comer a mis dos mascotas. Me había comprado un precioso gato pelirrojo al que le había cogido un enorme cariño pero no me decidía por el nombre, así que hasta que se me ocurriera alguno, no tenía ninguno. Mi segunda mascota era una lechuza rojiza de ojos color ámbar, llamada Red en tributo a mi pelo pelirrojo. ¡Oh! Había memorizado mi varita, repitiendo de qué estaba hecha. Era preciosa. Un color chocolate, con un mango en forma de espiral de color blanco. Y aún faltaban dos horas para que toda mi familia se despertara.

Me hice dos trenzas y me vestí con lo primero que encontré, no me gustaba llamar la atención. Unos vaqueros, botas marrones conjuntadas con el cinturón y una camisa a cuadros rojos y anaranjados. Al contrario que mi hermana Eleanor que iba a llevar un precioso vestido azul.

No la envidiaba ni nada de eso... Pero, a veces me gustaría ser como ella. Siempre había sobresalido por su perfecta caligrafía, su control en la magia y su educación mientras yo... Bueno, yo y mis botas manchadas de barro. Quizá la admirara en secreto.

-¿Emily? ¿Eres tú? -oí un murmullo en la cama de mi hermana y enseguida comprendí que jugar con mi gato en medio de la habitación no era una buena idea- ¿Q-qué hora es?

-Las ocho -sonreí nerviosa.

-Oh, vuelve a dormir, Emily -no oí  más, se había vuelto a dormir.

Suspiré y caminé hacia mi cama, admirando nuestra habitación. Era extraña y sumamente llamativa. Se dividía por la mitad. La mía, llena de póster de quidditch, dulces mágicos, colores llamativos y muchas más cosas divertidas. El de Eleanor era... Bueno, nunca se lo había dicho pero yo lo consideraba algo aburrido. En su parte destacaba el color gris y azul. Lleno de libros y pergaminos con textos de perfecta caligrafía. A ver, a mí me encantaba leer pero no era cuestión de encerrarme y centrarme en eso.

Miré por la ventana. Éramos muy modestos a pesar de tener una gran cantidad de dinero. Vivíamos en una mediana casa hecha de piedra y madera en medio de un campo en el Londres mágico.

Dejé a mi gato pelirrojo encima de su cesta y bajé las escaleras. ¡Hoy iba a sorprender todos haciendo el desayuno! Todos estarían orgullosos de mí.

Saqué cuatro tazas del armario y me dediqué a leer un libro de cocina.

[...]

-¡Emily Emma Seller! -mi nombre (compartía mi segundo nombre con mi hermana). Oí una voz grave y masculina, seguida de un grito agudo.

Me mordí el labio, abrazándome a mí misma. Las lágrimas se acumularon en mis ojos.

Mi madre, Emma, me miraba severa con ojos fieros. Mi padre, Richard, se había cruzado de brazos y mi hermana negaba con la cabeza suspirando.

Deslicé mi mirada azulada hacia el suelo.

-¿No recuerdas lo que te dijimos sobre la cocina? Cariño, sabemos que lo has hecho con buena intención, pero... -mi madre tomó aire, cerrando sus ojos azules e inclinando la cabeza hacia arriba.

Mi familia se caracterizaba por sus ojos azules.

Centré mis ojos en la cocina. Chocolate fundido resbalaba por el techo y por las paredes junto litros y litros de leche. Además de un par de huevos en las ventanas.

-No pasa nada, todo se arregla con magia. ¿No es cierto, mamá? -opinó Eleanor, sentándose en la silla con expresión calmada.

Mamá asintió mientras mi padre alzaba la varita, limpiándolo todo en apenas dos cortos segundos.

-Te has quedado sin desayuno, Emily.

Asentí, subiendo las escaleras después de gritar:

-¡Ojalá fuera como Eleanor! -subí las escaleras rápidamente, ya sentía lágrimas en las mejillas. Golpeé mi cama enfadada y cerré mis ojos. Sin darme cuenta, me quedé dormida.

Media hora después, Eleanor me despertó con ya su perfecto peinado y sus limpios zapatos, cargando con su baúl y mascota.

La imité cogiendo mis cosas y nos metimos en el coche del Ministerio de Magia. Estaba cansada y me di cuenta de que no había dormido nada. Así se lo comuniqué a mí melliza.

-No hay problema, puedes dormir en el tren -propuso mi hermana con voz seria.

Me encogí de hombros. No pensaba hacer eso, no podría hacer amigos en el tren. ¿Habría alguien como yo? ¿Alguien a la sombra de sus hermanos con mis mismos gustos en el quidditch? ¿En los Chudley Cannons? No, seguro que no.

[...]

Le di un gran abrazo a mis dos padres con lágrimas en los ojos. De nostalgia y eso que ni siquiera nos habían separado.

-Adiós mamá, adiós papá, os enviaré una carta cada mes. Lo prometo -sollocé, separándome y dando paso a mi hermana.

-Os echaré de menos -murmuró en los brazos de mis padres pero con cara inexpresiva. Nunca lo entenderé.

Cruzamos la barrera tal como nos habían enseñado. Sentí un cosquilleo en el  estómago, como si me hicieran cosquillas pero a la vez con un pequeño nudo en la garganta.

No tuve palabras para expresar todo lo que vi. Grité de emoción y arrastré el baúl emocionada.

-¡Eleanor, rápido! -insistía mientras tiraba de su brazo, con ilusión.

Ella sólo suspiró mientras subíamos al tren de color escarlata. Paré al oír la voz de un niño que parecía lamentarse. Pedí a mi hermana que se adelantara y me giré hacia el niño. Era un chico de mi edad, pálido y regordete. Con las mejillas sonrosadas y el cabello castaño.

-¿Necesitas ayuda? -pregunté con una sonrisa amable. Él asintió mirándome con admiración lo que me hizo reír- Soy Emily Seller, llámame Emily o Emi, como prefieras.

-Yo soy Neville Longbottom -sonrió, haciéndole ver adorable, me hizo reír nuevamente-. Buscaba mi sapo Trevor, se me ha perdido de nuevo...

Yo sólo suspiré y sacudí la cabeza extendiendo mi mano. ¡Un nuevo amigo!

-Yo te ayudaré.

Las hermanas E «Hogwarts».Donde viven las historias. Descúbrelo ahora