Los alumnos entraban pacíficamente y sin armar jaleo por las enormes puertas metálicas que separaban la deliciosa libertad de la aburrida esclavitud atada al estudio. Aquel instituto era completamente diferente al antiguo establecimiento en el que "estudiaba" antes, pero exactamente igual de cómo yo lo había imaginado. Las paredes no tenían ningún grafiti y el aire no estaba bañado en aquel asqueroso humo que desprendían los cigarros de los alumnos de mi antiguo instituto, solo un par de chicos que luchaban por parecer interesantes, fumaban escondidos inútilmente tras unas plantas, y digo inútil porque a pesar de no ver su cuerpo el humo grisáceo que brotaba de detrás del arbusto los delataba completamente y les daba un aire ridículo y cómico. Aquello no era una jaula de monos, más bien parecían hormiguitas, todas ordenadas y hablando a un volumen de voz normal, sin griteríos. Los alumnos se repartían desperdigados y por grupitos por todo el patio delantero, algunos sentados en los bancos y otros de pie, conversando sobre sus vidas, sus problemas de pijos o sobre los cotilleos más jugosos. Pronto sonó la sirena que anunciaba el comiendo de el segundo día de clase, puesto que yo no me había dignado a aparecer el primer día, pues en mi opinión era realmente innecesario. Me sorprendió ver que los alumnos no entraban en tromba, empujándose unos a otros bañando los pasillos con griteríos, como si realmente tuviesen una prisa increíble en llegar a clase, aunque en realidad lo único que querían era entrar para quejarse de que ya quieren salir. Sin embargo entraban un orden casi escalofriante, entre risas suaves y moderadas, y en los pasillos no reinaba el caos. Algunos se paraban para tomar algunos libros de las taquillas y otros entraban directamente en sus clases. Cuando atravesé la enorme puerta del instituto, tan solo pude dar un par de pasos antes de toparme cara a cara con una mujer bastante baja y rechoncha, de pelo blanco recogida en un moño, fracciones angelicales y amigables y una adorable sonrisa que te inspiraba una completa confianza. Parecía esas típicas señoras que te hacen sentir a gusto con el mero hecho de mirarla. Si no fuese porque miré la placa que colgaba de su camisa en la que ponía bien grande y claro "Señorita Directora" Jamás hubiera imaginado que ella dirigía aquel colegio de pijos tan tranquilos.
-Oh, ¿Tú no eres mi nueva alumna Katerina?-Dijo la mujer, regalándome una sonrisa amistosa, y sin darme cuenta y abandonando toda aptitud asqueada en cuando al edificio y las personas que se encontraban en él, también a ella le devolví la sonrisa.
-Si, soy yo.-Dije extendiendo la mano con la intención de estrechársela, pero ella me hizo un gesto para que me agachase (pues ella quizás me llegase más por debajo de los pechos) y me estampó un beso en ambas mejillas. Solté una risita nerviosa.
-Encantada de conocerla al fin Katerina.-Me sorprendió que la directora me tratara de usted, y de repente, me sentí igual de delicada que un elefante en una cristalería.
-Igualmente.-Y me di cuenta de que, realmente estaba encantada de haber conocido a la directora. Aquello parecía el mundo de las gominolas, con todos felices y una reina dulce y encantadora.
-Ayer se la echó en falta señorita Katerina.-Dijo la mujer. Abrí la boca para contestar con alguna escusa tonta, pero ella me interrumpió, dando a entender que no la importaba.-Menos mal que la encuentro. Verá, es que estaba a punto de sacar a mi precioso Puchi a pasear, pero tengo muchísimo trabajo y no puedo permitirme el lujo de perder el tiempo.-Deslicé mi mirada por la mano de la mujer, que sujetaba una cuerda, y siguiéndola llegué hasta el cuello de un perro casi tan grande como la mujer del cual no me había percatado hasta entonces.-¿Te importaría? No tienes que salir del recinto, solo que haga sus cositas por ahçi en un rinconcito.-La directora extendió la mano para darme la correa y yo contuve un gesto asqueado.
-Verá, es que yo llego tarde a clase y como es mi primer día...
Entonces el rostro angelical y frágil de la mujer cambió completamente, su cara comenzó a enrojecer adoptando una mueca furiosa. Los cabellos recogidos en el moño comenzaron a erizarse, y me sorprendía mi misma esperando que le saliesen dos cuernos de la cabeza.
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Infierno Celestial
RomanceKat, revelde y peligrosa con un oscuro pasado y un presente tercermundista. Nathaniel, delegado principal y estudiante modelo. Una convinación explosiva que comienza cuando Katerina se translada de los suburbios a las afueras de Londres a un barrio...