El lunes, el tema de conversación fue único y presente en todas las bocas estaba mi fiesta, bueno, la fiesta de mi Carol. Había un par de chicas que presumían de haber conocido a unos universitarios monísimos, unos chicos que presumían de su enorme borrachera y, al fondo de la clase, vi a aquella chica rubia que me había aguado la fiesta, que presumía de algo, no tengo muy claro el que, ante sus dos amiguitas. Miré mi brazo, en el que aún reposaban los emborronados números del teléfono de Iván. ¿Le había llamado? No, por supuesto que no, a un ligue me una noche no se le llama, una chica no se puede arrastrar. Además, estaba segura de que aquel chico que estaba tan cañón ya se habría olvidado de mí. Cailin, a mi lado, parloteaba sobre algo a mi lado, y Dar la miraba con especial interés, como un niño al que le están contando un cuento. Cristian, sin embargo, parecía del todo despreocupado, como si no le interesase la anécdota de Cailin, a pesar de estar escuchando muy atentamente cada palabra de la morena. Me apreté las sienes dolorida. La resaca me había pasado factura, a pesar de no haber bebido demasiado, (y estaba segura de ello) la cabeza me martilleaba y me dolía como mil demonios.
-Kat.-Al oír mi nombre, di un bote en la silla de madera, y con un gruñido me froté las sienes, que me palpitaban con violencia. Aún tenía resaca del día anterior, y que me diesen sustos no era lo mejor que podía venirme en ese momento.
-¿Qué coño quieres?-Gruñí, torturada por el dolor de cabeza. Tenía pensado en tomarme una pastilla pero ya, no aguantaba aquel dolor de cabeza.
-Ayer... quería pedirte perdón... pero no pude porque...-El Lameculos parecía estar especialmente nervioso, yo no encontraba la razón. Vi que en sus brazos temblorosos reposaban unas hojas, se las arranqué de las manos, descubriendo mi formulario en blanco, y tomando un boli comencé a rellenarlo. Un trato es un trato, el había ido a mi fiesta, yo rellenaría el dichoso formulario.
-Me estaba enrollando con Iban y te dio corte decírmelo.-Solté una risotada mientras garabateaba en el papel, con mi letra de médico, casi ininteligible.
-¿Es tu novio?-La pregunta me pillo por sorpresa, y no pude hacer otra cosa que no fuese reír. Qué cosas tenía aquel rubio, como se notaba que no tenía ni idea de mi.
-¿Mi novio?¿Estas de coña? Lo conocí justo cuando tú te fuiste. No pasaron si dos segundos.-Ver la cara de sorpresa que puso Nathaniel me hizo sentir bien, de alguna manera. De sorpresa, su cara se tornó seria, pero en mi rostro permaneció, como pegada con pegamento, aquella sonrisa burlona que tanto me gustaba poner para irritarlo. Era una oveja la mar de entretenida, debía admitirlo.
-No me parece que sea bueno que estés con el primer chico que veas.-Me puse seria de repente y fruncí el ceño al escuchar aquello. Esta vez no era yo la que lo irritaba con mi sonrisa, sino él, el que me irritaba con tu tono de "papa protector".
-¿Y que importa lo que me pase? No eres mi amigo, ni mi novio, ni mi madre. A ti te la pela, y a mí lo mismo.-Me encogí de hombros, visiblemente molesta. Cogí los papeles, ya rellenados, se los estampé contra el pecho, y el los agarró por los pelos en un movimiento torpe-Aquí tienes tu estúpido formulario cerebrito, ya me puedes dejar tranquila.-Miré a otro lado, como para dar por finalizada la conversación, y él se marchó de allí, visiblemente molesto, igual o más irritado que yo.
El monotema de la fiesta reinó en la boca de mis compañeros hasta que al fin, sonó la tan deseada campana que anunciaba el final de las clases. Con un suspiro metí las cosas en la mochila, y Cailin me dio una palmada en la espalda.
-Oye Kat, no te lo he dicho, pero estupenda la fiesta del otro día. Todo el mundo habla de ella.
-No me digas.-Respondí todo lo sarcástica que pude, Cailin soltó una risotada, y otra a mi lado le hizo coro. Era la risa de Dar, que alegre, habría abierto su paquete de galletas y se las comía con esmero.
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Infierno Celestial
RomansaKat, revelde y peligrosa con un oscuro pasado y un presente tercermundista. Nathaniel, delegado principal y estudiante modelo. Una convinación explosiva que comienza cuando Katerina se translada de los suburbios a las afueras de Londres a un barrio...