En cuanto vi salir a Nathaniel por la puerta entre los centenares de alumnos de Sweet Amoris lo agarré del brazo y lo retuve con la espalda contra la pared con el rostro completamente desfigurado por la ira.
-Será mejor que me expliques de qué coño va esto si no quieres volver a tu casa con una escayola.-Para rematar la seriedad de la amenaza golpeé la pared con el puño justo al lado de su cabeza.
-Kat, Kat, escucha, no es lo que parece, Abie lo malinterpretó todo. Yo...
-¿Tu no besaste a Alisa?-Traté de camuflar el alivio que sentía tras mi ceño fruncido, al parecer lo conseguí. Nathaniel se pasó la mano por el pelo.
-No... si... Maldita sea.
-¡Aclárate estúpido delegado! Es muy sencillo. ¿La besaste sí o no?-El estúpido Lameculos clavó sus ojos de miel en los míos, oscuros como la misma noche y por un momento tuve la certeza de que cualquier palabra que saliese de su boca a partir de aquellos instantes sería cierta. A lo largo de mis 16 años de vida había conocido a muchos mentirosos, y era capaz de identificar la mentira y la culpabilidad, estaba segura de que el no iba a mentirme.
-Sí, pero en realidad yo no la besé. Escucha. Quedamos ambos en el parque para resolver unos asuntos sobre el consejo escolar ya que ella había faltado a la última reunión, y de repente saltó sobre mi y me besó. Te juro que no me lo esperaba, tardé unos segundos en reaccionar y apartarla...
-Esa maldita zorra. La voy a matar.-Gruñí fuera de mis casillas mientras giraba sobre mis talones con la intención de buscar a aquella falsa y partirle las piernas, sin embargo algo me retuvo. Unos brazos fuertes me rodearon por completo, y mi espalda y mi cabeza chocaron contra un pecho duro, se me cortó la respiración al sentir el rostro de Nathaniel hundido en mi cuello.
-Kat, tranquilízate. Sabes que te quiero, y que nada va a hacer que cambie de opinión, la fuerza no siempre es la solución. Yo me encargaré de esto.-Mi cuerpo que, hasta ahora había permanecido en tensión se tranquilizó de golpe, respiré profundamente tratando por todos mis medios controlar mi ira. Desde que había comenzado a salir con Nathaniel me había visto obligada a respirar hondo por lo menos una centena de veces, pero aún así no llegaba a acostumbrarme. Llevaba toda mi vida desahogándome a golpes, y ahora me resultaba imposible hacerlo de otra manera, solo él era capaz de hacerme recuperar el control. Últimamente me aferraba el temor de que Nathaniel me dejase, de que no me considerase lo suficientemente buena para él. Aquella pesadilla me atormentaba pues ahora que sabía lo que era el amor y lo que era ser amada de verdad sentía un frio aterrador cada vez que imaginaba perder aquel cuento de hadas. Respiré profundamente de nuevo, me giré con sus brazos rodeándome aún.
-¿Lo harás? Si no lo consigues tienes que prometerme que me dejarás asesinarla lenta y dolorosamente.
-Me temo que no puedo dejar que hagas eso, es un poquito ilegal.-Me dijo acariciando mi mejilla.-Lo siento.
-Bah, estúpido Lameculos.-Le dije dándole un empujón y me vi obligada a morderme el labio inferior para no reírme, sin embargo supe que él lo había notado.
-Acordamos que no ibas a llamarme eso más.-Se quejó pasándose la mano derecha por el cabello.
-¿Cuándo? Yo no lo recuerdo.-Le agarré del cuello de su estúpida camisa blanca y lo obligué a agacharse hasta estar a mi altura y así poder besarlo. Dado que yo no medía más de 1,65 y el casi alcanzaba el 1,78 había una diferencia de altura bastante notable. El me atrajo hacia si y noté su sonrisa pegada a mis labios, cuando nos separamos me sonrió.
-Me voy a ver si aclaro esto.
-Nos vemos estúpido Lameculos.-Le dije despidiéndome con la mano, el suspiró resignado y puso los ojos en blanco justo antes de girarse y desaparecer de mi vista.
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Infierno Celestial
RomanceKat, revelde y peligrosa con un oscuro pasado y un presente tercermundista. Nathaniel, delegado principal y estudiante modelo. Una convinación explosiva que comienza cuando Katerina se translada de los suburbios a las afueras de Londres a un barrio...