Tomé un lago trago de agua para saciar mi sed. Llevaba horas en el gimnasio golpeando con violencia el saco de boxeo, con el cuerpo chorreante de sudor. Estaba enfadada, recordar todo aquello me enfadaba, hacía que la sangre me hirviqese en las venas, y cada vez que las nauseabundas imágenes de mi pasado atravesaban fugazmente mi cabeza, golpeaba con más fuerza el saco, gruñendo de rabia. "Puto viejo" pensaba en mi cabeza mientras imaginaba el gordo y decrépito rostro de mi padre estampado en el saco, "ojala te hubiese visto morir" "ojala siguieses vivo para que así pudiese matarte" . Me sequé el sudor del rostro y me pasé la toalla por el estómago y los brazos empapados.
-Hoy te sobra energía ¿Eh?-Me dijo Zac, un tipo que desde luego encajaba con todos los estereotipos de un boxeador negro. Era alto, casi metro ochenta, calvo y con los músculos naturales más enormes que jamás había visto, hinchados como globos. Llevaba la toalla blanca en el cuello y la botella de bebida para deportistas en la otra. Suspiré y dejé la botella de agua en el banco.
-Sí, supongo.
-Pues ya que estás tan enérgica hoy, podrías intentar vencer al rey del ring.-Dijo señalando el ring de boxeo, situado en el medio del gimnasio, junto cuando uno de los luchadores caía al suelo y su casco salía volando. Miré al vencedor, el supuesto "rey del ring". No era demasiado fuerte, al menos no lo parecía, si estaba musculado, pero desde luego era el de apariencia más débil de todos los hombres de aquel gimnasio, y sin embargo, pocos habían logrado ganarle. Entorné los ojos mientras clavaba mi mirada en él. No le había visto la cara, en aquellos meses en los que había ido al gimnasio, apenas había coincidido con él un par de veces, y siempre lo pillaba con el casco y los guantes puestos.
-Bueno, supongo que podría intentarlo.-Dije mientras me estiraba y dejaba la toalla en el banco.
-Estupendo.-Canturreó Zac, y rodeándome el cuello con su enorme brazo me llevó casi a rastras hasta el sin. Yo, que apenas medía 1,56m, parecía una enana al lado de aquel gigante de anchos hombros que me hacía sentir bastante débil. – Eh, Rey, te traigo una valiente que quiere probar suerte.
El "Rey del ring" se quedó quieto un momento, y aunque no pude ver su cara oculta tras el casco, si supe que me estaba estudiando con la mirada. Tras unos segundos de silencio se encogió de hombros, chocó sus dos guantes de boxeo y me hizo un gesto para que subiese. Me puse los guantes y el casco, y de un salto, pasé por el cima de las cuerdas entrando de pié en el ring.
-Tres, dos, uno, que empiece el combate.-Contó alegremente Zac. Mis músculos se pusieron en tensión. Comenzamos a girar lentamente trazando un círculo invisible, ambos encorvados y con los puños en alto esperábamos el momento perfecto para atacar. Si algo había aprendido en la calle era que el que atacaba el primero tenía ventaja, y que si los puntos más débiles (la cara y el estómago) estaban cubiertos, debía atacar a las piernas para desequilibrar. Por ello, casi en una décima de segundo y pillando completamente desprevenido al "Rey" le propiné una patada en las piernas, y aunque no conseguí tirarlo al suelo, pensé rápido y en el momento en el que él se estiraba para no caer, le golpeé en el estómago arrancándole un gemido de dolor y sorpresa. Sonreí triunfante, pero mi alegría duró menos que un parpadeo, porque le Rey aprovechando el impulso de mi golpe y mi distracción me había golpeado en el estómago, luego en la barbilla y poco a poco me fue acorralando en una esquina, de tal manera que lo único que podía hacer era protegerme. A aquellas alturas, los deportistas se habían congregado alrededor del ring, al parecer era la que más había aguantado luchando contra el Rey. Algunos me animaban, otros lo animaban a él, y aquello no hizo más que darme fuerzas, y el coraje suficiente como para separar mis antebrazos de la cara y golpearlo en el estómago, mientras yo recibía el impacto de su puño al mismo tiempo. Desconcertado, tardó unos segundos en reaccionar, lo justo para que a mi me diese tiempo a entrar en acción y dar todo lo que tenía. Sobre el Rey calló una lluvia de ganchos, puñetazos y patadas tan seguidos que apenas le daba tiempo a moverse. A nuestro alrededor el público bramaba entusiasmado, y las apuestas ya rulaban entre los deportistas. Pero entonces, en el momento en el que estaba a punto de dar un puñetazo, el Rey lo esquivó, girando sobre sí mismo, y en cuestión de segundos se colocó detrás de mí, dándome una patada en la pierna y haciéndome caer al suelo. Los deportistas gritaron y silbaron mientras me levantaba, pero el Rey ya había tomado la delantera y ambos nos enzarzamos en una lucha monótona en el que uno pegaba y otro se protegía, y luego viceversa. Entonces le pegué una patada en la pierna, esperando que cayese para atrás pero puesto que estaba inclinado hacia mí, para mi desgracia, caímos ambos al suelo. Esperé que me aplastase, sin embargo, descubrí sorprendida que había acabado a cuatro patas sobre mí para no hacerme daño. Sonó un pitido.

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Infierno Celestial
RomanceKat, revelde y peligrosa con un oscuro pasado y un presente tercermundista. Nathaniel, delegado principal y estudiante modelo. Una convinación explosiva que comienza cuando Katerina se translada de los suburbios a las afueras de Londres a un barrio...