Capitulo 3

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El Lameculos y yo salimos de la enfermería justo después de que el Señor Farres estornudase y bañase todo el suelo de mármol con la sangre de su sensible napia. No me apetecía nada pasar un rato a solas con el niño pijo, aunque solo fueran un par de minutos, pero no tenia ovación. Solo rezaba porque no intentase mantener una conversación conmigo, al parecer mi compañía no le resultaba agradable, aunque no me molestaba porque él no me caía bien. El silencio y la tensión era tales, que los pasos que retumbaban por los pasillos parecían bombas en mis oídos. Faltaba poco para llegar a clase y, tonta de mi, pensé que quizás él no me dirigiría la palabra, que ingenua. Los niños pijos, por muy mal que les caigas, se ven obligados a mantener al menos una conversación, aunque fuese con las frases básicas de la sociedad. Ya sabéis, como por ejemplo comentarios sobre el tiempo y ese tipo de cosas. El optó por comentar mi ropa, pero no de una forma agradable o un alago, al parecer el Lameculos no estaba interesado en caerme bien.

-Tu ropa.-Dijo simplemente y sin mirarme. Al principio me desoriente, en plan "¿Mi ropa? ¿Qué coño dices de mi ropa? La Farlopa distorsiona la mente, deja de tomarla" Si, ya sabéis, ese tipo de pensamientos que solo yo tengo, tan extraños que opino que deberían estudiarse. Aunque estaba confusa, mi cara no cambió ni un ápice, pues procuré mantener esa expresión típica mía, entre amenazante, aburrida e interesante que, me daba el toque justo de peligrosidad para apartar a las personas no deseadas.

-¿Qué le pasa a mi ropa?-Le contesté irritada, en el mismo tono en el que me había hablado él. El señorito Lameculos puso los ojos en blanco con desdén.

-¿Qué le ha pasado? ¿Te la han rajado unos canis o algo así?-Soltó un resoplido molesto. Me paré en seco para inspeccionar mi ropa, a la cual no le veía nada de malo: Llevaba una camiseta holgada y negra que dejaba a la vista mi ombligo, decorado con un bonito pircing y también mi hombro derecho. En la camiseta estaba estampado el logo de Exodus, mi grupo de Rock preferido. También llevaba unos pantalones cortos y rojos rasgados por los lados y unas medias negras hasta los muslos completamente rasgadas. Ya de paso pensé en mi cara, con la raya de los ojos bien marcada y en mi pelo rojo y corto revuelto y algo descuidado, he de admitirlo. Me crucé de brazos indignada, mi ropa no tenía nada de malo, era perfecta. El Lameculos se paró y me miró.

-¿Se puede saber que haces?-El también se paró y giró sobre sus talones, molesto. Fruncí el ceño y lo miré directamente a los ojos.

-¿Qué tiene de malo mi ropa? Es perfecta.-Y para recalcar esto único agarré mi blusa y la estiré para que la viese y pudiese contemplar la armonía de las roturas y los colores. El levantó una ceja, como si estuviese ciega, y no viese algo que para el parecía obvio, cosa que me sacó de quicio y me vi obligada a apretar la mandíbula. El suspiró y se puso la mano en la frente como si tuviese que explicarle a una niña pequeña algo que le ha repetido vente veces.

-Es a todas luces inapropiada para un instituto.-Solté un bufido sin poder contenerlo, y dejé de frenar mi lengua, completamente dispuesta a soltar cualquier comentario venenoso que pudiese dañar su frágil orgullo.

-¿Y crees que la tuya si? Pero por Dios, si parece que vas a Misa.-Solté una risa irónica y apoyé mi mano en la cadera con un gesto amenazante, como invitándole a contrarrestar, por supuesto el señor Lameculos tenía una respuesta. Se acercó a mi sin tratar de contener la risa.

-Al menos yo no enseño medio pecho.

-Porque no tienes pechos. O si, yo ya lo estoy dudando

Creo que el me respondió algo más, y entonces nos quedamos en silencio, y fue un silencio tenso, tan cargado que casi me costaba respirar. Estaba acostumbrada a meterme en peleas, tanto verbales como corporales, pero siempre me enfrentaba a personas fáciles de ganar y con poco cerebro (Jonkis, por si no me entendéis) que son cortos de entendederas y poco originales en cuanto a los insultos, ya sabes, los típicos "Gilipollas, Subnormal, Hija de Puta, Cómeme la..." Bueno, podría servir, porque el repertorio de palabrotas que me han dicho es bastante denso. Pero en este caso, era a una persona con cerebro de verdad, un cerebro que no ha sido machacado por las drogas, y el si tenía buenos contraataques. Entonces el señor Lameculos suspiró y se rascó la nuca resignado.

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