-A despertarse señorita, ya es la hora.-Retumbó la voz de mi tía por toda la habitación. Miré al reloj analógico de mi mesilla de noche, y al ver que las manecillas apuntaban a las seis y media no pude reprimir un gruñido y enterré mi cabeza bajo la almohada. Era temprano, demasiado temprano.-Ah no, de eso nada, no pienso dejar que empieces el año llegando tarde.
Mi tía se deshizo de la almohada lanzándola por los aires y luego me agarró del pie, tirando de él. Percatándome de sus malvados planes me enganché como un gato desesperado al colchón de la cama, sin embargo mi intento de supervivencia fue en vano, pues caí sin remedio al suelo. Solté un gruñido, aún completamente opuesta a la idea de levantarme.
-Bien, pues iré a la cocina, ayer preparé un enorme cubo de agua lleno de hielos presintiendo que esto pasaría. Contaré hasta tres, una vez que baje a por el cubo no habrá vuelta atrás.-Me quedé quieta en el suelo.-Uno...-Levantó el dedo índice, y yo me mordí el labio.-Dos...-Levantó el dedo corazón.-Y...
-¡Ya voy! ¡Ya voy! Hay que joderse...-Grité mientras me levantaba del suelo con cara de pocos amigos, al contrario que mi tía, que sonreía con aire triunfal. Me arrastré hasta el baño, miré mi reflejo en el espejo, me miraba asqueado así que le saqué la lengua, mi reflejo me imitó. Pasé mi mano por el cabello rojo y algo más largo que el año pasado, aunque no demasiado.
Peiné rápidamente con los dedos y me vestí a toda prisa, así a lo tonto había pasado media hora, y apenas de daría tiempo a desayunar, por eso no me sorprendió que la llamada a la puerta me sorprendiese metiéndome una tostada en la boca.
-Mierda.-Mascullé mientras me metía el trozo de pan entero, agarraba la mochila y salía disparada por la puerta.
-Que tengas un buen primer día.-Gritó mi tía desde arriba.
-Si eso... tu también.
Abrí la puerta y me encontré cara a cara con el Lameculos, el cual me sonrió con aquella estúpida sonrisa suya que me volvía completamente loca. Le sonreí de oreja a oreja. Aún no me había acostumbrado al pensamiento de que yo, una chica callejera, reina de las noches y maestra en las peleas pudiese estar saliendo con Nathaniel, el alumno más ejemplar del curso que, además era el delegado principal.
-¿Qué hay?-Le dije a modo de saludo mientras salíamos de mi jardín y caminábamos hacia el instituto.
-Nada nuevo, supongo. Un verano bastante divertido, además aproveché para avanzar mucho en varias asignaturas, creo que estoy preparado para este curso.
Solté una carcajada.
-¿Estas de broma? ¿Has estudiado durante las vacaciones de verano?-Dije entre risas, luego paré de reir de pronto.-Espera... eso tiene sentido.
-No me puedo creer que aún te sorprenda.-Me respondió encogiéndose de hombros.
-Había olvidado que eres bastante anormal.-Le respondí sonriente arrancándole una risotada.
-Bueno, tu también estas fuera de lo normal.-Su voz sonó tan dulce que por un momento sentí mis rodillas flojear. Tragué saliva y me froté la cabeza.
-Bueno, eso ya lo sé.
-Bueno, todos sabemos que Kat es bastante subnormal, no es ningún misterio.-Dijo una voz a mi espalda. No me hizo falta girarme para descubrir que era Cristian. Me pasó el brazo por los hombros sonriente en un gesto amistoso, sin embargo se apartó enseguida.-Oh valla, lo siento, había olvidado que ya no estás libre. Lo siento Gatita, ya no podrás tener mimos de mi parte.
-Sobreviviré.-Le respondí sonriendo
-Claro que lo harás.-Dijo una voy a mi espalda nuevamente y recibí un beso en la mejilla.-Buenos días Kat.
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Infierno Celestial
RomanceKat, revelde y peligrosa con un oscuro pasado y un presente tercermundista. Nathaniel, delegado principal y estudiante modelo. Una convinación explosiva que comienza cuando Katerina se translada de los suburbios a las afueras de Londres a un barrio...