La música llevaba sonando ya tres horas a un volumen altísimo, y más de una centena de piratas se pareaban por la cubierta de un barco picando todo tipo de aperitivos. El alcohol había corrido como la pólvora y ya había más de un borracho. En una esquina, había una panda de fumadores empedernidos, y realmente ansiosos, si digo que había una chica que estaba fumando porros a dos manos... Había reconocido a varias personas de mi clase, y me sorprendió ver que no eran tan pijos como yo creía. De hecho, reconocí a aquella chica albina que parecía tan formal en clase, borracha como una cuba, y enrollándose con chico de la tienda de ropa. También estaba Cailin, borracha como ella sola, bailando con dos tíos mayores de edad que no le quitabas ojo a su escote, pero a ella no parecía importarte demasiado. Incluso vi rondando por ahí a aquella chica que se sentaba al lado de Nathaniel vestida de sirenita... ¿Cómo se llamaba? Bah, no sé, pero estaba segura de que era su novia. Me tomé del tirón una cerveza y la tiré a la basura sin preocuparme. Entonces noté que alguien me daba una palmada en el culo y di un respingo. Ante mi había un chaval de unos 20 años, pelirrojo y borracho como una cuba que se abalanzó sobre mí, seguramente creyéndome más mayor y más indefensa. Me aparté de su trayectoria dejándole caer al suelo con un golpe seco. Me acaché y le levanté la cara, cuya nariz estaba sangrando por el golpe.
-¿Baighlash gon migoh preciohsah?-Me dedicó una sonrisa que yo le devolví.
-Mejor límpiate esa nariz.-Dicho esto le solté la cabeza, dejando que cayese al suelo de nuevo y me perdí entre la multitud. A lo lejos distinguí unos cabellos rubios y sonreí. Allí estaba mi oveja. Me acerqué a Nathaniel, que miraba inseguro a todos lados sin saber qué hacer, y, de repente me sentí poderosa. Siempre que le veía estábamos en su terreno, ahora el estaba en el mío. Me acerqué a el y le tendí una lata de cerveza.
-¿Te lo pasas bien?-Grité, para que se me escuchase entre la multitud. Llevaba un divertido traje de pirata que, todo hay que decirlo, le sentaba de fábula y le hacía parecer otro chico, alejado del pedante Lameculos que yo conocía. Me miró ceñudo y no me contesto. Entonces un par de chicas vestidas de piratas con pantalones muy cortos, grandes escotes y medias de rejilla, borrachas como una cuba se acercaron a el y comenzaron a bailar a su lado, demasiado cerca para su gusto. Al ver su cara de apuro, sentí una repentina pena.
-Ey chicas, no perdáis el tiempo. Es gay.-Y como si de una palabra mágica se trtase, las chicas se dispersaron entre quejas.
-¿Por qué has dicho eso? ¡¡Yo no soy Gay!!
-¿A no? Uy, que mala pata.-Le di una fuerte palmada en la espalda.-Bueno, que te diviertas.-Justo cuando giraba sobre mis talones, dispuesta a alejarme de el y dejarle solo, noté como alguien me agarraba de la muñeca. Me giré bruscamente, con el ceño fruncido, dispuesta a propinarle un buen puñetazo al descarado que se atrevía a tocarme, sin embargo me encontré con que el señor Lameculos me agarraba con fuerza la muñeca. "Esté completamente acojonado" Pensé. Aunque trataba de tener una mirada amenazante, parecía más un cordero rodeado de... de lobos. Le dirigí aquella sonrisa que tanto le irritaba.
-¿Qué pasa?
El dudó un momento, parecía indeciso, tragó saliva y por un momento me dio pena, le había metido en una situación agobiante para él, y realmente parecía estar pasándolo mal. Despegó los labios para hablar, pero en un arranque de generosidad y pena lo arrastré por toda la casa en dirección al jardín, donde había menos ruido y menos olor a tabaco y alcohol. Aun así, la música sonaba muy fuerte. El señor Lameculos estaba pálido como una manta, así que decidí sentarlo en un banco del jardín, y tras soltar una carcajada le propiné una fuerte palmada en la espalda.
-Vamos Lameculos, eres frágil. ¿Cómo puedes estar así sin haber probado una sola gota de cerveza?-Solté de nuevo una risotada, pero a el no le parecía para nada divertido, resopló.
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Infierno Celestial
RomanceKat, revelde y peligrosa con un oscuro pasado y un presente tercermundista. Nathaniel, delegado principal y estudiante modelo. Una convinación explosiva que comienza cuando Katerina se translada de los suburbios a las afueras de Londres a un barrio...